L'Ordre des Clarisses : Héritage de Claire d'Assise-RELICS

las clarisas

L’orden de las Clarisas, también conocido como el deOrden de las Pobres Damas, es una comunidad religiosa femenina fundada en 1212 en Asís, Italia, por Clara de Asís y bajo la dirección espiritual de San Francisco de Asís. Este orden pertenece a la familia franciscana y se caracteriza por una vida de pobreza radical, de oración contemplativa y de retiro del mundo. En este artículo, exploraremos en detalle la historia, la espiritualidad y el modo de vida de las Clarisas.

Contexto Histórico y Fundación

El contexto histórico de la fundación de la orden de las Clarisas se remonta a una época de grandes convulsiones espirituales y religiosas a principios del siglo XIII. Este período de la historia europea está marcado por un deseo creciente de retorno a una vida cristiana más auténtica, lejos de los excesos de la riqueza y del poder que habían comenzado a infiltrarse en algunas instituciones de la Iglesia. Se desarrolló un movimiento más amplio de reforma eclesiástica, con la aparición de órdenes religiosas que promovían una vida austera y mendigaban su subsistencia, buscando vivir más fielmente el Evangelio. Es en este clima que la orden de las Clarisas, al igual que la de los Franciscanos, ha tomado forma.

L Europa medieval y el renacimiento espiritual

A finales del siglo XII y principios del siglo XIII, Europa occidental experimenta un renacer de efervescencia religiosa. Las cruzadas están en pleno apogeo, buscando retomar el control de los lugares santos en Tierra Santa, pero paralelamente, se levanta una fuerte crítica contra los abusos dentro del clero, especialmente contra la acumulación de riquezas. En las ciudades en pleno crecimiento, numerosos fieles expresan su sed de renovación espiritual, impulsando la creación de movimientos religiosos centrados en la imitación del Cristo pobre.

 

reliquaire saint claire

Reliquario que contiene una reliquia de Santa Clara de Asís en relics.es

 

Las órdenes mendicantes, como los Franciscanos y los Dominicanos, emergen en este contexto. A diferencia de las órdenes monásticas tradicionales (como los Benedictinos y los Cistercienses), estos nuevos movimientos no buscan aislarse del mundo, sino permanecer anclados en él para predicar la palabra de Dios y apoyar a los más pobres. Se enorgullecen de practicar la pobreza y de desprenderse de los bienes materiales, viviendo únicamente de la caridad y de las donaciones. San Francisco de Asís, quien fundó la orden de los Franciscanos en 1209, es la encarnación perfecta de esto. Con su compromiso con la pobreza radical y su amor por toda la creación, Francisco se convierte en un modelo de santidad para esta nueva ola espiritual.

Claire de Asís: una joven noble atraída por la pobreza evangélica

en este contexto que Clara de Asís hace su aparición. Nacida en 1194 en una familia noble, Clara es la hija de Favarone de Offreduccio y Ortolana, una familia rica e influyente. Sin embargo, a pesar de sus orígenes aristocráticos, Clara está marcada desde su más joven edad por un profundo deseo de seguir una vida dedicada a Dios. Ella está fuertemente inspirada por el ejemplo de Francisco de Asís, quien renunció a su propia riqueza para llevar una vida de simplicidad absoluta.

En 1212, a la edad de 18 años, Clara toma una decisión radical que cambiará no solo su vida, sino la historia de la Iglesia. Contra la voluntad de su familia, huye de noche y se une a Francisco en la pequeña capilla de la Porciúncula, un lugar simbólico para los franciscanos. Allí, se corta el cabello como signo de renuncia a su vida de joven noble, y toma el velo de religiosa, marcando así su compromiso con una vida de pobreza y servicio a Dios. Este acto audaz es el punto de partida de una nueva comunidad religiosa femenina: la orden de las Pobres Damas, conocida hoy en día como la orden de las Clarisas.

El establecimiento de la comunidad en San Damiano

Después de unirse a François, Claire se instala en un pequeño monasterio adyacente a la iglesia de San Damiano, en Asís, un lugar que se convertirá en el corazón espiritual de la nueva comunidad. Progresivamente, otras mujeres, a menudo miembros de la nobleza, son atraídas por el ejemplo de Claire y se unen a la orden. Entre ellas se encuentran las hermanas de Claire, así como su madre, que también abandona sus privilegios para abrazar la vida austera de pobreza. Así, el movimiento de las Clarisas toma forma.

El apoyo de San Francisco es crucial en esta fase inicial. Él ve en Clara a una persona dotada de una gran fuerza de carácter y de un profundo amor por Cristo. Juntos, comparten la misma visión de una Iglesia pobre, cercana a la gente y profundamente en sintonía con los valores evangélicos. Francisco se convierte en garante de esta nueva comunidad, animándola a seguir una vida estricta de oración, contemplación y pobreza absoluta.

Reconocimiento papal y "Privilegio de pobreza"

La orden de las Damas Pobres conoce rápidamente una creciente popularidad, y su reputación se extiende mucho más allá de las fronteras de Asís. Sin embargo, a pesar de la piedad y el compromiso de las religiosas, Clara debe enfrentar desafíos para obtener un reconocimiento oficial de la Iglesia, que no aprobaba fácilmente la pobreza radical, especialmente para comunidades femeninas.

En 1228, cinco años después de la muerte de San Francisco, el papa Gregorio IX aprueba finalmente la orden de las Clarisas, permitiéndoles vivir según la regla de pobreza estricta que defendían. Sin embargo, no fue hasta 1253, un año antes de la muerte de Clara, que esta logró obtener el "Privilegio de pobreza", un documento papal que consagra oficialmente su voto de pobreza absoluta. Este privilegio obligaba a las religiosas a vivir sin propiedad ni ingreso estable, completamente dependientes de las donaciones y de la providencia.

Claire, debilitada por la enfermedad pero sostenida por una fe inquebrantable, obtiene esta aprobación papal solo unos días antes de su muerte, el 11 de agosto de 1253. Este acto sella el espíritu fundamental de la orden: una vida de pobreza voluntaria, de oración y de contemplación, vivida en una fraternidad femenina bajo la dirección espiritual de Claire y de sus sucesores.

 

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Reliquario que contiene una reliquia de Santa Clara de Asís en relics.es

 

 

El impacto de la fundación de la orden de las Clarisas

La creación de la orden de las Clarisas representa mucho más que una simple institución monástica. Marca un punto de inflexión en la forma en que las mujeres podían comprometerse en la vida religiosa en esa época. Al rechazar los privilegios y las riquezas, Clara y sus hermanas demostraron que una vida de pobreza radical y devoción total era posible para las mujeres, al igual que para los hombres, dentro de la Iglesia.

Así, la orden de las Clarisas no es solo una orden contemplativa; es un símbolo de reforma religiosa, de emancipación espiritual y de renovación de la fe cristiana en una época marcada por profundas transformaciones.

Espiritualidad de las Clarisas

La espiritualidad de las Clarisas, fundada por Clara de Asís, está profundamente arraigada en el ideal franciscano de simplicidad y pobreza. Inspirada por el ejemplo de San Francisco de Asís, Clara creó una comunidad femenina completamente dedicada a una vida de pobreza, oración contemplativa y vida comunitaria. Estos tres pilares - la pobreza, la oración y la comunidad – forman la esencia misma de su vocación religiosa y de su modo de vida. Cada principio se vive con una profundidad espiritual que refleja su compromiso de seguir a Cristo en una total dependencia de Dios.

La Pobreza Radical

El elemento central de la espiritualidad de las Clarisas es su compromiso con una pobreza radical, que recuerda la vida de Cristo y de sus primeros discípulos. Clara y sus hermanas, siguiendo el ejemplo de Francisco, eligieron renunciar no solo a la posesión de bienes personales, sino también a toda forma de propiedad colectiva. Esto distinguía a las Clarisas de otras órdenes religiosas femeninas que a menudo poseían tierras o fuentes de ingresos estables para satisfacer sus necesidades.

Para Claire, la pobreza no era simplemente una elección de vida, sino una manera de conformarse al Cristo pobre y crucificado. Ella veía en este renunciamiento un medio para desprenderse del mundo material y unirse más plenamente a Dios. Esta pobreza radical expresaba una confianza absoluta en la providencia divina. Las Clarisas dependían exclusivamente de las limosnas y donaciones ofrecidas por los fieles, a menudo en forma de comida u otras necesidades. Vivían en un despojo total, acogiendo cada bienhechor como una gracia divina.

Clara ella misma fue una ardiente defensora de este modo de vida, rechazando en varias ocasiones los intentos papales y episcopales de atenuar la rigidez de esta pobreza. Su lucha por el "Privilegio de pobreza" – un documento papal que permite a la orden no poseer ni ingresos ni propiedades – demostró su determinación de mantener este requisito espiritual. Para Clara, la pobreza no era solo un acto de mortificación, sino un camino hacia la libertad espiritual y una expresión de su total confianza en Dios.

La Oración Contemplativa

La vida de las Clarisas también está marcada por una devoción a la oración contemplativa, que constituye el segundo pilar fundamental de su espiritualidad. Las hermanas pasan la mayor parte de su día en oración, viviendo apartadas del mundo exterior para dedicarse completamente a la contemplación de Dios. Su vocación es orar por el mundo y por la Iglesia, en un espíritu de recogimiento y silencio.

La oración de las Clarisas está marcada por la Liturgia de las Horas, que estructuran su día en varios momentos de oración comunitaria. Se reúnen para cantar o recitar los salmos, meditar sobre las Escrituras y participar en la Eucaristía. Además de estos momentos de oración formal, las Clarisas dedican largas horas a la adoración del Santísimo Sacramento, una práctica especialmente querida por Clara de Asís.

Esta vida de oración silenciosa y continua tiene como objetivo imitar la vida contemplativa del mismo Cristo, que a menudo se retiraba para orar solo. La oración de las Clarisas también es una forma de servicio: aunque están enclaustradas, consideran su vocación contemplativa como una manera de apoyar espiritualmente al mundo exterior. Al retirarse del mundo, se colocan en una comunión profunda con Dios, ofreciendo sus oraciones y su vida como un sacrificio por la salvación de las almas.

La oración no se percibe únicamente como una actividad formal, sino como una actitud del corazón. Las hermanas son alentadas a cultivar una oración interior continua, un estado de adoración y de presencia constante a Dios, incluso al realizar las tareas más simples de la vida cotidiana. Este enfoque integral de la oración es uno de los aspectos más distintivos de la espiritualidad de las Clarisas.

La Vida Comunitaria

El tercer pilar de la espiritualidad de las Clarisas es la vida comunitaria, vivida en un espíritu de fraternidad, simplicidad y obediencia. Las hermanas viven juntas en monasterios clausurados, respetando una clausura estricta que las separa del mundo exterior. Esta vida comunitaria está regida por una regla clara y ordenada, centrada en la caridad y la obediencia mutua.

La obediencia, dentro de la comunidad, es esencial. Cada Clara hace voto de obediencia, no solo a la Iglesia y a sus superiores, sino también a la abadesa, que es elegida por las hermanas para dirigir la comunidad. La abadesa juega un papel central al asegurar que el orden y la disciplina sean respetados, al mismo tiempo que se asegura de que la vida espiritual de las hermanas sea alimentada. Esta obediencia mutua se percibe como una forma de servicio, una manera de seguir el ejemplo de Cristo, quien también obedeció la voluntad de Dios hasta la cruz.

La vida en comunidad también está marcada por una fuerte fraternidad. Claire ha instaurado una atmósfera de benevolencia y caridad entre las hermanas. Cada miembro de la comunidad es animado a ver a sus consorores como hermanas en Cristo, compartiendo juntas no solo las alegrías, sino también las dificultades y los sacrificios de la vida religiosa. El espíritu de compartir y ayudar está en el corazón de la vida cotidiana de las Clarisas, reflejando los ideales evangélicos de simplicidad y amor fraternal.

Esta vida comunitaria es también una fuente de apoyo espiritual. Vivir juntas, compartir oraciones, comidas, tareas domésticas, crea una solidaridad única que ayuda a cada hermana a perseverar en su vocación. A pesar de la rigidez de su vida, las Clarisas encuentran en esta vida común un espacio de alegría espiritual y de crecimiento en su camino hacia Dios.

La espiritualidad de las Clarisas, con sus tres grandes principios de pobreza, oración y vida comunitaria, es un camino de santidad que llama a una transformación radical de la vida cotidiana. Al seguir al Cristo pobre, al consagrarse a una vida de oración contemplativa y al vivir en una fraternidad humilde y simple, las Clarisas ofrecen al mundo un ejemplo poderoso de compromiso espiritual. Su vida, aunque retirada del mundo, sigue siendo un testimonio vivo de la fe, del amor y de la oración, en la más pura tradición del Evangelio.

Regla de Vida y Disciplina

La regla de vida de las Clarisas, elaborada por Clara de Asís y aprobada por el papa Inocencio IV en 1253, es uno de los documentos más destacados de la espiritualidad monástica femenina en la Edad Media. Inspirada por la regla franciscana, tiene como objetivo guiar a las hermanas en una vida completamente dedicada a Dios a través de la oración, la pobreza y la obediencia. Este texto refleja el compromiso radical de Clara de vivir en una total dependencia de la providencia divina, al mismo tiempo que estructura la vida comunitaria con una disciplina rigurosa.

La Pobreza, en el corazón de la regla

La pobreza radical es uno de los elementos centrales de la regla de vida de las Clarisas. Clara de Asís insistía en la pobreza colectiva e individual, considerando que se trataba de una imitación directa de la vida de Cristo y de sus apóstoles. A diferencia de otras órdenes monásticas de la época, que podían poseer tierras, ingresos o riquezas, las Clarisas no poseían nada. La orden entera dependía de la caridad de los demás y de la providencia divina para su subsistencia.

En la regla, Claire estipula que las hermanas no deben tener ningún bien personal ni colectivo. Esto incluía incluso el rechazo de cualquier ingreso fijo, una práctica rara para la época, ya que la mayoría de las órdenes religiosas se aseguraban fuentes de ingresos para satisfacer sus necesidades. Esta elección extrema se basa en la convicción de que la dependencia total de Dios libera el alma del apego a los bienes materiales, permitiendo así concentrarse completamente en la oración y la relación con Dios.

La regla anima a las hermanas a recibir todo lo que se les ofrece, ya sea en términos de comida o ropa, con gratitud, sin nunca buscar acumular nada. Claire misma defendió esta posición toda su vida, rechazando las ofertas de atenuar la rigidez de esta pobreza, incluso cuando venían de los papas. Para ella, la pobreza era un camino de santidad, un medio de vivir en unión con el Cristo pobre.

La obediencia a la abadesa y a la Iglesia

La regla de las Clarisas también pone un fuerte énfasis en la obediencia, que se percibe como una virtud esencial en su camino espiritual. La obediencia a las autoridades religiosas, y en particular a la abadesa, es un componente central de su vida. La abadesa, elegida por la comunidad, desempeña un papel de guía espiritual, madre y responsable de la disciplina del monasterio. Las hermanas deben obedecerle en todo, viéndola como una figura de la autoridad divina.

Esta obediencia se extiende también a los superiores eclesiásticos, ya sea el obispo local o el papa, reflejando la sumisión completa a la jerarquía de la Iglesia. Sin embargo, Clara de Asís se aseguró de que esta obediencia no fuera una carga, sino más bien una forma de libertad espiritual. Al renunciar a su propia voluntad, las hermanas se unen más a Dios, buscando cumplir no su propio deseo, sino el de su Creador.

La obediencia también se manifiesta en la vida comunitaria. Cada hermana debe seguir las reglas del monasterio con humildad, aceptando renunciar a sus preferencias personales en beneficio del bien común. Esto incluye aspectos tan simples como la aceptación de tareas asignadas o la sumisión a las decisiones de la abadesa en materia de liturgia u organización diaria.

La Oración Continua

La oración continua es es otro elemento fundamental de la regla de vida de las Clarisas. El monasterio es un lugar de silencio y contemplación, donde cada aspecto de la vida está ordenado en torno a la relación con Dios. Clara diseñó la regla de tal manera que cada momento del día sea santificado por la oración.

El día de las Clarisas está marcado por la Liturgia de las Horas, un conjunto de oraciones diarias que marcan todo el día, desde el amanecer hasta la noche. Los oficios religiosos incluyen salmos, lecturas bíblicas y oraciones específicas, que permiten a las hermanas mantenerse en contacto constante con Dios. La oración no está reservada para momentos específicos, sino que debe impregnar toda su vida. Además de los oficios comunitarios, se anima a las hermanas a practicar la oración personal y pasar tiempo en adoración ante el Santísimo Sacramento, una práctica central para Claire y sus compañeras.

La oración, según la regla, es una forma de servicio. Aunque las hermanas están enclaustradas, están llamadas a orar por el mundo exterior, por la Iglesia y por todas las almas. Su oración se convierte así en un acto de amor universal y de apoyo espiritual, un puente invisible entre su vida retirada y el resto de la sociedad.

La Cerca estricta

L'observancia de la clausura un aspecto distintivo y riguroso de la regla de las Clarisas. El monasterio es un espacio cerrado, separado del mundo exterior, y las hermanas viven en estricta reclusión. La clausura tiene como objetivo favorecer la concentración en la vida espiritual eliminando todas las distracciones y tentaciones del mundo exterior.

Esta separación no es solo física, sino también espiritual. Simboliza la elección de las hermanas de vivir una vida completamente dedicada a Dios, despojada de preocupaciones materiales y relaciones externas. Las hermanas solo abandonan el monasterio en circunstancias excepcionales, como para recibir atención médica urgente. Del mismo modo, los contactos con el exterior son limitados. Los visitantes, ya sean familiares o miembros del clero, son recibidos detrás de una reja, respetando así la separación simbólica entre el mundo y el monasterio.

La cerca también permite a las hermanas mantener un espacio de silencio y recogimiento, esencial para su vida contemplativa. En este entorno protegido, pueden concentrarse completamente en su vocación de oración y servicio espiritual.

Una disciplina ascética

La regla de las Clarisas también impone una disciplina ascética estricto. Las hermanas están llamadas a llevar una vida de simplicidad y privación, imitando así los sacrificios de Cristo. Esto se refleja no solo en su compromiso con la pobreza, sino también en su alimentación, su vestimenta y su estilo de vida. Las comidas son simples y frugales, y las hermanas observan regularmente períodos de ayuno. La vestimenta es austera, sin adornos, reflejando su renuncia al mundo y a la vanidad.

Esta disciplina no tiene como objetivo infligir sufrimientos innecesarios, sino fomentar una purificación espiritual. Al renunciar a los placeres y a las comodidades de la vida material, las hermanas se liberan de las distracciones terrenales y orientan su mente y su corazón hacia Dios. La ascética se percibe como un camino hacia una mayor proximidad con Dios, una manera de asociarse a los sufrimientos de Cristo y de participar en su misión de redención.

La regla de vida de las Clarisas es un texto de gran riqueza espiritual, que combina una exigencia de pobreza absoluta, de oración incesante y de vida comunitaria estricta. A través de la obediencia, el clausura, y una disciplina ascética rigurosa, las Clarisas buscan imitar a Cristo en todos los aspectos de su existencia. Esta regla, profundamente influenciada por el ejemplo de San Francisco y por la visión única de Clara de Asís, ha marcado la historia monástica y continúa inspirando a numerosas comunidades religiosas hoy en día. Al vivir esta regla, las hermanas Clarisas dan testimonio de una fidelidad radical al Evangelio y de una búsqueda incesante de la santidad.

La expansión y las ramas de la Orden

Después de la muerte de Clara de Asís en 1253, la orden de las Clarisas experimentó una notable expansión en Europa y más allá, atrayendo a mujeres de todos los orígenes que deseaban abrazar la vida de pobreza, oración y clausura según las enseñanzas de Clara. Sin embargo, con el tiempo, circunstancias históricas, necesidades específicas y reformas internas llevaron a la formación de varias ramas distintas de la orden, cada una reflejando enfoques diferentes de los ideales originales de Clara, pero todas unidas en su deseo de vivir según su ejemplo.

Laexpansion de l'ordre après la mort de Claire

Desde el siglo XIII, la orden de las Clarisas se ha expandido rápidamente por toda Europa. Se han fundado numerosos monasterios en países como Francia, España, Italia, y más tarde en regiones más lejanas como Polonia, Alemania e Inglaterra. Esta expansión fue facilitada por la reputación de santidad de Clara y la gran popularidad de la orden franciscana fundada por Francisco de Asís, cuyos hermanos menores a menudo desempeñaban un papel en la fundación y el apoyo de los monasterios clarisas.

Sin embargo, esta rápida expansión también ha planteado desafíos. Las condiciones de vida en diferentes países y culturas, así como las presiones políticas y económicas, han llevado a variaciones en la interpretación de la regla de vida de Clara. Algunos monasterios han buscado flexibilizar los estrictos requisitos de pobreza para garantizar su subsistencia, mientras que otros han intentado preservar la rigurosidad original de la orden. Estas diferencias han llevado gradualmente a la formación de ramas distintas dentro de las Clarisas, cada una adoptando su propio enfoque de la regla y de la disciplina.

Las Clarisas Urbanistas

Una de las primeras ramas en emerger fue la de los Clarisses Urbanistas, que fue creada como resultado de la reforma introducida por el papa Urbano IV en 1263. El papa Urbano IV modificó la regla de Clara para adaptarla a las necesidades cambiantes de los monasterios. Mientras que la regla original de Clara imponía una pobreza radical, prohibiendo toda posesión de bienes, la reforma urbanista permitía a los monasterios poseer tierras o ingresos para asegurar su subsistencia.

Esta reforma tenía como objetivo ofrecer una solución práctica a muchos monasterios que encontraban difícil sobrevivir únicamente gracias a las limosnas. Al permitir la posesión de bienes colectivos, Urbano IV buscaba garantizar la perennidad de las comunidades clarisas mientras mantenía una cierta pobreza espiritual. Sin embargo, la rama urbanista a veces fue criticada por haberse alejado de la austeridad radical promovida por Clara, aunque continuaba viviendo según principios de pobreza y oración.

Los Clarisses Urbanistas s han convertido en una rama dominante en muchos países europeos y han permitido que la orden se adapte a las realidades locales, manteniendo al mismo tiempo un compromiso con la vida contemplativa y comunitaria.

Las Clarisas Capuchinas

La reforma de las Clarisas Capuchinas est nació en el siglo XVI, en un contexto de renovación espiritual y de reforma de la Iglesia católica, en respuesta a las críticas internas y al auge de la Reforma protestante. Las Capuchinas toman su nombre de la rama de los Capuchinos de la orden franciscana, un movimiento de reforma que buscaba restaurar la estricta pobreza y simplicidad de los primeros franciscanos.

Las Clarisas Capuchinas, fundadas en 1538 en Nápoles, adoptaron un enfoque similar, abogando por un regreso a la rigurosidad de las primeras Clarisas. La regla de las Capuchinas insistía en una estricta observancia de la pobreza, de la oración y del cierre. Los monasterios capuchinos también se caracterizaban por una mayor austeridad en la vida cotidiana, un renunciamiento más radical a los bienes materiales y una disciplina rigurosa.

Las Capuchinas han desempeñado un papel importante en el renacimiento de la orden de las Clarisas, volviendo a las prácticas espirituales y ascéticas de origen. Su influencia se ha difundido rápidamente, especialmente en Francia, España, Italia y América Latina, donde han surgido numerosos monasterios capuchinos. La reforma de las Capuchinas ha contribuido a fortalecer el compromiso espiritual de la orden en una época de convulsiones religiosas.

Las Clarisas Coletinas

Una otra rama reformada mayor del orden es la de los Clarisas Colettinas, que nació en el siglo XV bajo el impulso de Santa Coleta de Corbie (1381-1447), una religiosa francesa que buscó restaurar la austeridad de la orden original. Santa Colette, que se había unido a la orden de las Clarisas como reformadora, introdujo una serie de reformas para restaurar la estricta pobreza, la obediencia y la vida comunitaria en el espíritu de las primeras Clarisas.

Los Clarisas Colettinas siguen una regla muy estricta, similar a la que promovía Clara de Asís ella misma. Insisten en la pobreza radical, rechazando la posesión de bienes colectivos o individuales, y viven una vida de oración continua y de renuncia al mundo. Las Colettinas también mantienen una observancia rigurosa del clausura, limitando los contactos con el mundo exterior y dedicándose completamente a la oración y a la vida en comunidad.

Santa Colette fundó o reformó varios monasterios en Francia, en España y en otras regiones de Europa, creando una rama de la orden que continúa existiendo hoy en día. Los monasterios coletinos son conocidos por su austeridad y su compromiso con la pobreza, siguiendo el ejemplo de Clara y de Colette.

Otras ramas y expansiones internacionales

Además de estas tres ramas principales, la orden de las Clarisas ha continuado diversificándose a lo largo de los siglos. Algunas comunidades han adoptado reglas más flexibles para adaptarse a los contextos locales, mientras que otras se han mantenido fieles a la pobreza estricta. Esta diversidad dentro de la orden es testimonio de la capacidad de las Clarisas para responder a las necesidades espirituales y prácticas de diferentes épocas y regiones, manteniéndose fieles a la esencia de su vocación.

Las Clarisas también se han extensiones más allá de Europa, con la llegada de misioneros en el Nuevo Mundo, en África y en Asia. Se han fundado monasterios clarisas en países como México, Brasil, y más tarde en América del Norte, Japón e India, contribuyendo a la expansión mundial de la orden.

El orden de las Clarisas, a través de sus diversas ramas, encarna una tradición espiritual única marcada por la fidelidad a los ideales de pobreza y oración instituidos por Clara de Asís. Los Urbanistas, les Capuchinas y los Colettines testifican la flexibilidad de la orden frente a los desafíos históricos y culturales, al mismo tiempo que permanecen firmemente ancladas en la visión de Clara. Cada rama, a través de sus reformas, ha buscado responder a necesidades espirituales específicas, ya sea asegurando la supervivencia de los monasterios o regresando a la austeridad original de la orden. Juntas, continúan perpetuando el legado espiritual de Clara de Asís a través del mundo.

El legado de Claire y la vida de las Clarisas hoy en día

La herencia de Clara de Asís y la vida de las Clarisas hoy se manifiestan a través de una fidelidad inquebrantable a sus ideales de pobreza, oración y servicio espiritual. Canonizada en 1255, Clara se convirtió en una figura de la santidad cristiana, cuyo impacto espiritual se ha sentido a lo largo de los siglos, mucho más allá de su tiempo. Su modelo de vida austera, centrado en la renuncia total a los bienes materiales y una profunda unión con Dios, continúa inspirando a miles de mujeres en el mundo que se unen a la orden de las Clarisas.

Heredad espiritual de Claire

Claire de Asís, al elegir la pobreza radical como camino de santificación, contribuyó a redefinir el papel de las mujeres en la Iglesia de su época. En un tiempo en que las opciones para las mujeres eran limitadas, mostró que podían desempeñar un papel activo en el renacimiento espiritual a través de un compromiso inquebrantable con Dios. Su regla de vida, centrada en la obediencia, la pobreza y la oración, ha influido no solo en las Clarisas, sino también en otras órdenes religiosas que han adoptado formas similares de vida monástica.

Clara rechazó toda compromisión, defendiendo hasta el final el "Privilegio de pobreza", a pesar de las presiones de algunos responsables de la Iglesia que deseaban atenuar las estrictas reglas impuestas a su orden. Esto le valió una gran admiración, no solo en vida, sino también después de su muerte. Su rápida canonización es testimonio de su inmensa influencia espiritual y del reconocimiento de su santidad por parte de la Iglesia universal.

La vida de las Clarisas hoy

Hoy en día, la orden de las Clarisas, que cuenta con varios miles de religiosas en todo el mundo, perpetúa el legado de Clara. Los monasterios de las Clarisas están dispersos en todos los continentes, y aunque su vida transcurre principalmente al margen del mundo, en comunidades clausuradas, siguen siendo figuras importantes de oración e intercesión para la Iglesia y el mundo.

La vida contemplativa y clausurada

Las Clarisas continúan viviendo según un modo de vida muy austero, conforme al espíritu de Clara. Su día está marcado por la Liturgia de las Horas, la misa diaria, la oración personal y el trabajo manual. Viven en un estricto clausura, renunciando a las actividades exteriores para dedicarse plenamente a la contemplación y a la oración. Esta vida de retiro se percibe como un servicio espiritual para la Iglesia y la humanidad, en la que las hermanas ofrecen sus oraciones por las necesidades del mundo, aunque no participan directamente en obras sociales o caritativas.

Las Clarisas también insisten en la simplicidad de vida y el renunciamiento a los bienes materiales. Numerosos monasterios viven únicamente de la limosna y del trabajo manual, a menudo de actividades artesanales como la confección de hostias, de vestimentas litúrgicas o de objetos religiosos. Esta dependencia total de la providencia divina refleja el ideal de pobreza absoluta promovido por Clara.

Una comunidad global

Malgré les défis liés à la modernité et la sécularisation, los Clarisses restent présentes dans más de 75 países a través del mundo. En América Latina, en África, en Asia y en Europa, sus monasterios continúan floreciendo, y en algunos países, como Filipinas o México, las vocaciones a la vida religiosa clarisa siguen siendo numerosas. Esta presencia mundial permite mantener vivo el espíritu de Clara, incluso en culturas muy diferentes de la Europa medieval donde la orden nació.

Cada comunidad clarisa, aunque autónoma, forma parte de la família franciscana y a menudo está relacionado con los Hermanos menores, los Capuchinos o los Franciscanos conventuales, que los apoyan espiritual y materialmente. Este vínculo con la tradición franciscana permite a las Clarisas mantenerse conectadas a las evoluciones espirituales de la Iglesia mientras mantienen intacta su vocación contemplativa.

Adaptación y modernidad

Si las reglas de pobreza y de clausura permanecen en gran parte sin cambios, algunos monasterios han hecho adaptaciones para responder a las realidades del mundo moderno. Por ejemplo, varios monasterios clarisas utilizan hoy en día medios digitales para dar a conocer su espiritualidad, vender sus productos artesanales o compartir reflexiones espirituales. Esto permite a estas comunidades, a pesar de su clausura, mantenerse conectadas con el exterior mientras mantienen la distancia física y espiritual necesaria para su vocación.

Además, algunas comunidades han tenido que enfrentar situaciones de conflictos o persecuciones, especialmente en regiones de África o del Medio Oriente. Su fidelidad a su vocación en estos contextos difíciles se percibe como un testimonio de fe y perseverancia, en el espíritu de Clara, quien ella misma vivió en una época de turbulencias políticas y sociales.

La importancia de las Clarisas en la Iglesia contemporánea

En la Iglesia de hoy, las Clarisas juegan un papel invisible pero crucial como comunidad de oración por el mundo. Su existencia, a menudo ignorada por el gran público, es percibida por los creyentes como una fuerza espiritual silenciosa quien apoya a la Iglesia. Muchos católicos solicitan sus oraciones por intenciones particulares, considerando que las hermanas, por su vida de contemplación y renuncia, están particularmente cerca de Dios.

Además, las Clarisas encarnan una alternativa radical a los valores dominantes de la sociedad moderna. Al rechazar el materialismo, el consumo y la competencia, ofrecen un modelo de vida centrado en la entrega, la humildad y la búsqueda de la presencia divina. En una época marcada por el estrés y la aceleración de los ritmos de vida, su compromiso con la contemplación y la simplicidad aparece como un rappel profético valores cristianos fundamentales.

El legado de Clara de Asís sigue vivo a través de la orden de las Clarisas, que, por su compromiso con la pobreza y la oración, perpetúan su mensaje de fe y santidad. A pesar de los desafíos de la modernidad, las Clarisas se mantienen fieles a su vocación contemplativa y continúan desempeñando un papel vital en la Iglesia como testigos silenciosos de la presencia de Dios en el mundo. Sus monasterios, discretos pero poderosos espiritualmente, son lugares de oración ininterrumpida, encarnando el legado espiritual de Clara en cada generación.

Conclusión

La orden de las Clarisas es un testimonio vivo de la fuerza de un compromiso radical a la sombra de Cristo. Desde hace más de ocho siglos, generaciones de mujeres han dedicado su vida a la oración, a la pobreza y a la contemplación, inspiradas por la figura de Clara de Asís. Hoy en día, los monasterios de Clarisas continúan siendo lugares de silencio, de oración y de dedicación a Dios, fieles al ideal franciscano de simplicidad y pobreza.

 

 

Fuentes 


André Vauchez, François de Asís y sus movimientos, Fayard, 2009
.
Ignacio Brady, Clara de Asís: Documentos Tempranos, Publicaciones del Instituto Franciscano, 1982.

Jacques Dalarun, Clara de Asís: Una mujer medieval y moderna, Instituto Franciscano, 2006.

P. Robert Michels, Las Clarisas: Su Vida de Pobreza y Oración, Publicaciones Cistercienses, 1994.

Julien Théry-Astruc, La fundación de las Clarisas y la orden franciscana, Ediciones del Ciervo, 2015.

Benedicta Ward, La Vocación de Clara de Asís: El Llamado de una Mujer en la Europa Medieval, Oxford University Press, 1996.

La orden de las Clarisas en Wikipedia

 

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