DISCIPLINA MONÁSTICA DE CUERDA CON 5 TIRAS
DISCIPLINA MONÁSTICA DE CUERDA CON 5 TIRAS
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Este flagelo penitencial monástico, utilizado en un antiguo monasterio, es un instrumento de penitencia diseñado para la autolaceración, una práctica ascética destinada a purificar el alma a través del sufrimiento corporal.
Fabricado completamente con cuerda trenzada, cuenta con un lazo reforzado para un agarre firme. Desde esta sujeción se extienden varias hebras gruesas, intercaladas con nudos estratégicamente colocados. Estos nudos intensificaban el impacto sobre la piel durante su uso, haciendo que el flagelo fuera más doloroso sin causar heridas abiertas, a diferencia de los modelos metálicos.
Utilizado por monjes durante la oración y la meditación, este flagelo era un instrumento de humildad y expiación de los pecados. Su material suave lo hacía discreto, permitiendo un uso silencioso, a menudo en la soledad de las celdas monásticas, oculto a la vista de los demás.
El desgaste visible en el trenzado atestigua su uso repetido, reflejando el rigor y la resistencia requeridos por estas prácticas. Más flexible que los flagelos de hierro, permitía una flagelación rítmica y prolongada, intensificando tanto el esfuerzo espiritual como la disciplina corporal.
Hoy en día, este objeto sigue siendo un conmovedor vestigio de la austera vida monástica. Ilustra una época en la que la fe se expresaba a través de la privación física, donde el dolor era abrazado como un camino hacia la purificación y la elevación espiritual.
PERÍODO : finales del siglo XIX
DIMENSIONES : 51 cm
TAMAÑO : 20"
Un instrumento de penitencia conocido como flagelo, similar a un pequeño látigo, ha sido utilizado por miembros de diversas denominaciones cristianas, incluidos anglicanos, luteranos y católicos romanos, como parte de la práctica espiritual conocida como mortificación de la carne.
La flagelación, una antigua práctica asociada con formas extremas de ascetismo, ha sido empleada por algunas figuras religiosas para lograr la purificación espiritual y mortificar su propia carne. Esta forma intensa de disciplina corporal se considera un medio de penitencia para expiar los pecados. Algunos creyentes consideran que la autolaceración fortalece su conexión con Dios y los acerca al sufrimiento de Cristo. Sin embargo, es importante señalar que esta práctica no está ampliamente extendida en todas las tradiciones religiosas y a menudo genera controversia debido a su naturaleza extrema y marginal.