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RELIQUIARIO DE LA SANTA LECHE DE LA VIRGEN MARÍA

RELIQUIARIO DE LA SANTA LECHE DE LA VIRGEN MARÍA

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Este rarísimo frasco relicario del siglo XVIII, hecho de vidrio delicado, contiene una de las reliquias más sagradas y veneradas de la tradición cristiana: el Santo Leche de la Virgen María. Este frasco encarna no solo un objeto de culto, sino también un testimonio tangible de la profunda fe de los creyentes a lo largo de los siglos.

La identificación de las reliquias en el interior está marcada por una etiqueta en latín que lleva la inscripción Ex Lact. B.M.V. (Ex Lacte Beatae Mariae Virginis), significando literalmente "De la Leche de la Bienaventurada Virgen María". Esta inscripción autentica y sacraliza el contenido, que es percibido como una manifestación tangible de la maternidad divina de María. La reliquia de la Santa Leche, muy rara, era particularmente venerada en la Edad Media y más allá, ya que simbolizaba no solo la pureza y la benevolencia materna de la Virgen, sino también la conexión directa entre lo divino y lo humano.

El vidrio, material elegido para contener esta preciosa reliquia, subraya la fragilidad y la preciosidad del objeto, al tiempo que ofrece una protección visual y material. Su transparencia permitía a los fieles vislumbrar lo que consideraban un vínculo directo con la Santa Madre de Dios. Cada aspecto de este frasco, desde su artesanía en vidrio hasta la precisión de la etiqueta latina, testimonia la importancia religiosa y cultural que estas reliquias ocupaban en la sociedad del siglo XVIII.

Hoy en día, este frasco relicario representa mucho más que una simple curiosidad histórica. Encarna la devoción, su rareza lo convierte en una pieza de colección de un valor incalculable, tanto para los apasionados de la historia religiosa como para los creyentes, que ven en este frasco una conexión sagrada con el pasado.

Aunque data de hace varios siglos, este frasco nunca ha sido abierto. Está sellado por dos sellos de cera episcopales de la época, garantizando así la autenticidad y la integridad de su contenido. Los hilos de seda que mantienen este sello también están en perfecto estado, testimoniando la extraordinaria preservación de este objeto sagrado a lo largo de los años.

Estos detalles no solo atestiguan la importancia religiosa de esta reliquia, sino también el cuidado meticuloso con el que ha sido conservada a lo largo de los siglos. El sello intacto y los hilos de seda aún presentes añaden una dimensión rara a este frasco, convirtiéndolo no solo en un objeto de culto, sino también en un vestigio precioso del patrimonio religioso e histórico.

La integridad de estos elementos originales refuerza el carácter excepcional de este relicario, un tesoro invaluable para los coleccionistas y para aquellos que aún perciben hoy toda la profundidad espiritual e histórica de las reliquias cristianas.

Los accidentes visibles en este objeto, en particular un pie restaurado y algunos desconchones en el globo de vidrio, cuentan la historia de este precioso relicario. Cada marca del desgaste del tiempo confiere a esta pieza una autenticidad rara y una belleza singular, donde la fragilidad del vidrio recuerda el valor inestimable de las reliquias que protege. Este frasco es más que un simple contenedor; es el testigo del paso del tiempo, llevando en sí una simbología tanto espiritual como histórica, convirtiéndolo en un artefacto único, cargado de una aura sagrada.

ÉPOCA : siglo XVIII
DIMENSIÓN : 11cm
TAMAÑO : 14,3"

Las reliquias de la Leche de la Santa Virgen tienen un origen profundamente arraigado en la tradición cristiana. Provendrían de la cueva donde la Virgen María habría amamantado al Niño Jesús en Belén. Esta escena, impregnada de ternura y sacralidad, está en el corazón de la leyenda que rodea estas reliquias. Según esta leyenda, algunas gotas de esta leche divina cayeron en una fisura de la roca, creando así una fuente sagrada. La piedra, tocada por estas gotas, se transformó en una materia tierna y blanca, evocando la apariencia de la leche. Esta roca calcárea, rica en las huellas sagradas, recibió el nombre de «leche de la Virgen», simbolizando la pureza y la santidad de la maternidad divina.

El descubrimiento de esta cueva por los cristianos durante las cruzadas fue un giro importante, despertando un interés creciente por estas reliquias. En la Edad Media, esta devoción se manifestó de manera particularmente intensa, como lo atestiguan los numerosos relicarios conservados en las iglesias y los inventarios de los tesoros eclesiásticos. Estos objetos preciosos son testimonio de la importancia otorgada a estas reliquias y de su papel en la vida espiritual de los creyentes.

Los peregrinos, en gran número, afluían hacia la gruta para venerar este lugar sagrado, atraídos por la renombre de los milagros que allí se atribuían. Los testimonios reportan curaciones milagrosas que habrían tenido lugar gracias a la intercesión de esta leche sagrada. Este fenómeno reforzaba el aura mística de la gruta y de sus reliquias, incitando a los fieles a recorrer largas distancias para buscar consuelo y sanación. A lo largo de los siglos, esta leche sagrada fue transportada a través de toda Europa, venerada en numerosas iglesias y contribuyendo a la difusión de la devoción mariana.

Un aspecto fascinante de esta leyenda es la misteriosa transformación del polvo, que se licúa para tomar la apariencia de la leche en ciertas iglesias que albergan relicarios que contienen estas preciosas reliquias, especialmente en regiones como Murcia o Nápoles, en Italia, durante los días de fiesta de la santa Virgen. Estas manifestaciones extraordinarias atraían aún más la atención de los creyentes y reforzaban su veneración, consolidando así la fe en sus propiedades milagrosas.

Los Templarios, como protectores de los lugares sagrados, jugaron un papel esencial en la preservación y la fama de estas preciosas reliquias. Su compromiso de defender estos lugares sagrados no solo contribuyó a su protección, sino que también permitió mantener viva la devoción mariana a lo largo de los siglos. Así, las reliquias de la Leche de la Santa Virgen se convirtieron en símbolos poderosos de fe y misterio, anclados en la historia espiritual de la Europa medieval.

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