RELICARIO, RELIQUIA DE SANTO DOMINGO Y 2 SANTOS
RELICARIO, RELIQUIA DE SANTO DOMINGO Y 2 SANTOS
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Raro relicario de bronce plateado, cuyo interior está cuidadosamente decorado con hilos de oro y motivos radiantes en pan de oro, típicos de la estética del barroco tardío. Todo descansa sobre un fondo de tela roja, que crea un contraste impactante y resalta las reliquias. Este color, omnipresente en la liturgia cristiana, simboliza la sangre de Cristo y su sacrificio redentor.
Se disponen tres reliquias, cada una acompañada de una etiqueta manuscrita en latín que identifica al santo correspondiente. Se trata de fragmentos óseos —reliquias de primera clase— o de pedazos de tela sagrada —reliquias de segunda clase—.
« Ex Oss. S. Dominici C. Or. Pr. »
→ Ex ossibus Sancti Dominici, Confessoris, Ordinis Praedicatorum
Traducción: De los huesos de Santo Domingo, confesor, de la Orden de los Predicadores (Dominicos)
« De subfo pluv. S. Cajetani Thien. C. »
→ De sub forma pluviali Sancti Cajetani Thienensis, Confessoris
Traducción: De la casulla de San Cayetano de Thiene, confesor
« Ex Oss. S. Aloysii Gonz. S. J. C. »
→ Ex ossibus Sancti Aloysii Gonzagae, Societatis Jesu, Confessoris
Traducción: De los huesos de San Luis Gonzaga, de la Compañía de Jesús, confesor
Buen estado de conservación con su vidrio original.
No ha sido abierto.
Sello eclesiástico y hilos de seda presentes.
ÉPOCA: siglo XVIII
DIMENSIONES: 6 cm x 4,5 cm
TAMAÑO: 2,4" x 1,8"
Aunque Santo Domingo, San Cayetano de Thiene y San Luis Gonzaga pertenecen a épocas distintas, los une un mismo ideal espiritual: la reforma interior de la Iglesia, la elevación moral e intelectual del clero, y una vida cristiana profundamente enraizada en la pobreza evangélica, la oración y la misión.
Santo Domingo de Guzmán (1170–1221), fundador de la Orden de los Predicadores, inició en el siglo XIII una renovación en la Iglesia formando religiosos dedicados a la predicación, la vida comunitaria y el estudio. Ante las herejías y la ignorancia religiosa de su época, buscó un clero instruido, pobre y ejemplar, capaz de llevar el Evangelio a las ciudades en expansión.
Tres siglos después, San Cayetano de Thiene (1480–1547) se inscribió en esta herencia cofundando la Orden de los Teatinos. En plena crisis moral de la Iglesia, en vísperas del Concilio de Trento, llamó a un retorno radical al espíritu evangélico. Rechazando las rentas eclesiásticas y viviendo de la Providencia, los teatinos quisieron encarnar un clero reformado, fervoroso y cercano al pueblo, siguiendo el ideal dominico original, pero adaptado al contexto de la Contrarreforma.
Finalmente, San Luis Gonzaga (1568–1591), joven jesuita de alta nobleza, encarnó el ideal de santidad juvenil en el contexto postridentino. Formado por la Compañía de Jesús, renunció a todo privilegio para vivir con humildad y servicio. Murió a los veintitrés años cuidando a los apestados en Roma y fue propuesto por la Iglesia como modelo de pureza, caridad y compromiso espiritual para las generaciones jóvenes.
Los tres representan, en sus respectivas épocas, figuras de reforma, fervor devoto y renuncia al mundo, siempre vinculados a una orden religiosa innovadora. Su presencia común en un relicario no es casual: expresa una continuidad espiritual, un ideal sacerdotal y misionero y un deseo de santificación de la Iglesia a través de sus miembros más virtuosos.


