DAGA RITUAL PARA CEREMONIAS SATÁNICAS OCULTAS

Guarda de bronce, mango que representa al diablo desnudo bajo una capa, empuñando una espada, sosteniendo una serpiente en la mano, sus pies apoyados sobre una lechuza con las alas extendidas.

Hoja cuadrangular recta y ahuecada.

Vaina enteramente en bronce.

Durante el siglo XIX, surgió una creciente fascinación por el diablo en diversos ámbitos de la sociedad. La época estuvo marcada por una mezcla de curiosidad morbosa y rechazo de las normas religiosas tradicionales. Los movimientos literarios y artísticos, como el romanticismo, a menudo exploraron temas oscuros y ocultos, lo que refleja un interés creciente por el misterio y lo macabro. Las historias góticas y las novelas fantásticas presentaban personajes diabólicos que encarnaban el mal en formas seductoras e inquietantes. Al mismo tiempo, los avances científicos pusieron en tela de juicio las creencias religiosas, dando paso a un sentimiento de ansiedad existencial y de búsqueda de significado, a veces colmado de experimentos espirituales o esotéricos. Esta fascinación por el diablo en el siglo XIX refleja, pues, las tensiones entre tradición y modernidad, entre razón y superstición, en una sociedad que cambia rápidamente.

El búho y la lechuza, misteriosas criaturas asociadas a la oscuridad, rondan las noches en lugares elevados como viejos campanarios y áticos. Sus apariciones están marcadas por la superstición, siendo considerados compañeros de brujas y portadores de funestos augurios. A pesar de su utilidad en la lucha contra las plagas, su vínculo con la magia negra y los ritos ocultos queda subrayado por su enigmática apariencia y sus inquietantes gritos. Además, se les asocia con la muerte como animales psicopompos, que guían a las almas al más allá, mientras que su capacidad de ver en la oscuridad realza su aura de misterio y poder sobrenatural.