San Atanasio de Alejandría, también conocido como Atanasio el Grande, es una de las figuras más importantes e influyentes del cristianismo de los primeros siglos. Patriarca de Alejandría en el siglo IV, defensor acérrimo de la fe nicena contra el arrianismo, teólogo profundo y formidable estratega eclesiástico, ha dejado una huella duradera en la historia doctrinal, política y espiritual de la Iglesia. Su vida, marcada por conflictos, exilios, controversias teológicas y grandes decisiones conciliares, ilustra perfectamente las tensiones que atravesaron el cristianismo naciente en el momento en que pasaba de ser perseguido a religión del Imperio.

Relíquia de San Atanasio de Alejandría en relics.es
Contexto histórico y nacimiento
Athanase nace alrededor del 295 (o un poco más tarde según algunos historiadores) en Alejandría, Egipto, un centro intelectual y espiritual importante del mundo grecorromano. En esa época, el Imperio romano aún es oficialmente pagano, pero el cristianismo está ganando terreno, a pesar de las persecuciones periódicas. Es una época de profundos cambios: se forman las doctrinas, aparecen las herejías, y la Iglesia, aún frágil, busca definir su identidad teológica.
Athanase recibe una educación sólida, probablemente en la escuela catequética de Alejandría, donde estudia las Escrituras, la retórica, la filosofía y la teología. Desde muy joven es notado por su inteligencia y su piedad. El obispo Alejandro de Alejandría, su mentor, lo ordena diácono y lo lleva al Concilio de Nicea en 325.
El Concilio de Nicea y la condena del arrianismo
El Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino en 325, constituye un punto de inflexión decisivo en la historia de la Iglesia. Se convoca para resolver una controversia teológica mayor que divide a las comunidades cristianas: la del arrianismo, una doctrina sostenida por un sacerdote llamado Arrio, también de Alejandría.
Arius sostiene que el Hijo de Dios no es coeterno con el Padre; habría sido creado antes de todos los siglos, pero no sería Dios en el mismo sentido que el Padre. Esta posición, aunque tiene cierta coherencia escritural a primera vista, amenaza la unidad de la fe cristiana y la comprensión de la salvación.
Athanase, aunque aún era un joven diácono en ese momento, juega un papel crucial en los debates. Defiende con vigor la consubstancialidad del Hijo con el Padre (homoousios): el Verbo es eterno, no creado, verdaderamente Dios. La formulación de la fe nicena afirma esta posición, y el arrianismo es oficialmente condenado.
Obispo de Alejandría y primeras pruebas
En 328, a la muerte de Alejandro, Atanasio se convierte en obispo de Alejandría, a solo unos treinta años. Hereda entonces una Iglesia poderosa, pero frágil, desgarrada por las influencias teológicas y políticas.
Muy pronto, se convierte en el objetivo de los partidarios del arrianismo, que aún cuentan con numerosos apoyos, especialmente en la corte imperial y entre los obispos influyentes de Oriente. Atanasio es acusado de diversos crímenes (violencias, asesinatos, traición), a menudo de manera calumniosa, con el fin de desacreditarlo.
En 335, fue depuesto en un concilio en Tiro, bajo la influencia de los arrianos, y exiliado a Tréveris por el emperador Constantino. Este será el primero de sus cinco exilios. Su exilio no le impide seguir escribiendo, correspondiendo y defendiendo sus posiciones. Atanasio es un combatiente espiritual, pero también un táctico formidable.
Un exiliado perseguido pero indomable
Athanase pasa más de 17 años de su episcopado en el exilio, a veces en Occidente, a veces escondido en el desierto egipcio, protegido por los monjes. A cada regreso a Alejandría, las tensiones resurgen. A cada nueva ola de persecuciones, huye, se refugia, escribe, consolida la resistencia.
Paradójicamente, estos exilios refuerzan su autoridad moral: se convierte en el símbolo de la resistencia ortodoxa frente a la herejía. Su empeño en defender la fe de Nicea le vale la admiración de los monjes, de los fieles y de numerosos obispos de Occidente.
Bajo el reinado de Juliano el Apóstata (361–363), Atanasio es expulsado nuevamente, ya que el emperador quiere restaurar el paganismo y debilitar el cristianismo. Pero a la muerte de Juliano, Atanasio regresa una vez más a su sede.
Athanase y el monaquismo egipcio
Uno de los aspectos fascinantes de la vida de Atanasio es su cercanía con los ambientes monásticos. Es amigo y promotor de san Antonio el Grande, padre del monaquismo cristiano.
Athanase es el autor de una Vida de san Antonio, una obra hagiográfica importante, que contribuirá a difundir el ideal monástico en todo el Imperio. Este texto presenta a Antonio como un modelo de fe, de lucha contra los demonios, de sabiduría ascética y de resistencia a la herejía.
Athanase percibe en el monaquismo no solo un modo de vida espiritual radical, sino también un apoyo teológico: los monjes, en su mayoría, apoyan la fe nicena y rechazan el arrianismo. Este vínculo entre ortodoxia y ascética se convierte en un marcador fuerte de la identidad cristiana oriental.
Pensamiento teológico
La teología de Atanasio es profundamente cristocéntrica. Desarrolla un pensamiento estructurado en torno a la divinidad del Verbo, la Encarnación, la salvación y la participación del hombre en la vida divina.
En su tratado "Sobre la Encarnación del Verbo", escrito sin duda antes del Concilio de Nicea, Atanasio expone su comprensión de la salvación: el Verbo se hizo carne para que el hombre pueda ser divinizado. Esta teología de la divinización (theôsis) está en el corazón de la espiritualidad cristiana oriental.
Insiste en la plena divinidad de Cristo: si no es Dios, no puede salvar. No es un simple profeta ni una criatura superior: es el Verbo eterno hecho carne, vencedor de la muerte, fuente de vida. Esta profunda intuición, Atanasio la lleva a lo largo de su vida.
Sus otras obras incluyen tratados contra los arrianos, cartas festivas (notablemente la de 367, donde elabora la primera lista canónica completa del Nuevo Testamento tal como lo conocemos hoy), y discursos apologéticos.
Los cinco exilios: una vida de oposición
Athanase conoce cinco exilios:
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335–337 : exilio en Tréveris (Occidente), bajo Constantino.
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339–346 : exilio en Roma, acogido por la Iglesia de Occidente, que lo apoya.
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356–362 : fuga en el desierto, bajo Constancio II. Encuentra refugio entre los monjes.
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362–363 : exilio muy breve bajo Juliano el Apóstata.
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365–366 : bajo Valens, que favorece a los arianos.
A pesar de estos exilios, Atanasio siempre logra regresar. Nunca pierde el apoyo de una gran parte del clero y de los fieles. Encarna la figura del pastor perseguido, fiel a la verdad contra viento y marea.
Muerte y posteridad
San Atanasio muere en 373, en Alejandría, después de un episcopado de 45 años. A su muerte, la fe nicena se ha impuesto ampliamente, aunque las controversias no han terminado. Algunos años más tarde, en 381, el Concilio de Constantinopla reafirma la divinidad de Cristo y la doctrina trinitaria: es una victoria póstuma para Atanasio.
Se canoniza rápidamente, tanto en Oriente como en Occidente. La tradición oriental a menudo lo llama "Padre de la Ortodoxia". Se celebra el 2 de mayo en Occidente, y el 18 de enero en algunas tradiciones orientales.
Influencia espiritual y teológica
Athanase tuvo una influencia inmensa:
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Sobre la doctrina trinitaria: es uno de los pilares de la definición dogmática del Dios uno en tres personas.
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Sobre la cristología: su defensa de la divinidad de Cristo sentó las bases de los debates posteriores sobre la unión de las naturalezas en Jesús.
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Sobre la espiritualidad monástica: su Vida de san Antonio ha inspirado a generaciones de monjes, desde Agustín hasta Benito de Nursia.
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Sobre el canon bíblico: su lista de Escrituras en su 39ª carta festal es un hito importante en la formación del Nuevo Testamento.
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Sobre la resistencia cristiana: encarna la fidelidad a la verdad frente a la complicidad con el poder o la opinión dominante.
Conclusión
San Atanasio de Alejandría es una figura excepcional de la historia cristiana: intelectual, obispo, teólogo, polemista, exiliado, pastor, escritor, místico. Nunca cedió ante el error, incluso cuando este era apoyado por emperadores o concilios sesgados. Sufrió, luchó, oró, escribió, enseñó, edificó.
Su obra y su ejemplo siguen siendo de gran actualidad: en un mundo donde la fe puede parecer comprometida por los juegos de poder o los relativismos doctrinales, Atanasio recuerda que la verdad tiene un precio, pero que siempre triunfa al final.