L'ordre des Capucins : Histoire, Spiritualité et Mission-RELICS

los capuchinos

La orden de los Capuchinos es un movimiento religioso católico que surgió a principios del siglo XVI. Forma parte de la gran familia de los franciscanos y se inspira en los principios de san Francisco de Asís. Este artículo explora la historia, los valores y la misión de los Capuchinos, así como su impacto en la Iglesia y la sociedad.

El nacimiento de la orden de los Capuchinos

El contexto histórico y religioso: El nacimiento de la orden de los Capuchinos

La orden de los Capuchinos, fundada en 1525, es el fruto de una época marcada por profundos cambios en la Iglesia católica y en la sociedad europea. En este período, la Iglesia atravesaba una crisis que afectaba no solo sus estructuras internas, sino también la relación entre la Iglesia y los fieles. Esta época de turbulencias religiosas y sociales vio la aparición de reformas y movimientos espirituales, buscando responder a los desafíos de la época y reformar la Iglesia para hacerla más fiel a las enseñanzas de Cristo.

La crisis de la Iglesia a principios del siglo XVI

A principios del siglo XVI, la Iglesia católica enfrentaba importantes desafíos internos y externos. Internamente, numerosos abusos y escándalos habían socavado la credibilidad de la institución eclesiástica. Las indulgencias, la corrupción clerical y el lujo excesivo de la Iglesia habían llevado a una pérdida de confianza de los fieles, que buscaban soluciones a esta degradación moral. La reforma protestante, liderada por Martín Lutero en 1517, exacerbó esta crisis, cuestionando las prácticas y enseñanzas de la Iglesia católica.

En el exterior, la Iglesia enfrentaba un aumento de la laicidad y tensiones políticas, especialmente debido a la centralización del poder en Europa y la creciente afirmación de la autoridad de los Estados-nación sobre la Iglesia. El cisma provocado por las reformas protestantes estaba redefiniendo el paisaje religioso, social y político de Europa. Se volvía imperativo responder a estos movimientos de reforma a través de una respuesta interna fuerte.

 

la Capilla de los capuchinos en Roma

la Chapelle des capucins a Rome

 

 

La reorganización de la orden franciscana

Dentro de la Iglesia católica, la orden franciscana, fundada por san Francisco de Asís en el siglo XIII, también atravesaba un período de crisis. Desde la muerte de san Francisco, la orden franciscana se había alejado progresivamente de los ideales originales de pobreza radical, humildad y dedicación a la oración. Los franciscanos, en particular los de las grandes provincias, habían comenzado a adoptar un estilo de vida más cómodo y mundano, en contradicción con los principios de su fundador.

A raíz de estos desvíos, un grupo de monjes franciscanos, liderado por el hermano Matteo de Bascio, decide cuestionar esta evolución y volver a las fuentes de la espiritualidad franciscana. Este grupo, ferviente defensor de los principios de pobreza estricta, humildad y simplicidad de vida, se reúne en torno a una visión común: una reforma en profundidad de la orden franciscana, devolviendo la prioridad a los ideales de san Francisco de Asís.

El nacimiento de la orden de los Capuchinos

En 1525, después de varios años de reflexión y reforma interna, los reformistas dirigidos por Matteo de Bascio formalizan su movimiento fundando una nueva orden. El nombre de "Capuchinos" les es dado debido al capucho distintivo que llevan, simbolizando su voluntad de llevar una vida de renuncia y regreso a la simplicidad de los orígenes. Este capucho se convierte así en la señal visible de su compromiso de vivir en la austeridad, al margen de los bienes materiales y de la vida mundana.

La orden de los Capuchinos se distingue de otras ramas franciscanas por su regreso a una pobreza radical, aún más estricta que la de los Franciscanos observantes (otra rama reformista de los franciscanos). Su modo de vida incluye votos de pobreza absoluta, el aislamiento en ermitas o comunidades modestas, así como la predicación en los barrios pobres y descuidados. Su objetivo era seguir el ejemplo de san Francisco de Asís en su búsqueda de devoción total a Dios y de servicio a los más necesitados.

Una reforma bien acogida por la Iglesia

La reforma llevada a cabo por Matteo de Bascio fue rápidamente reconocida por la Iglesia. En 1528, el papa Clemente VII aprueba oficialmente la orden de los Capuchinos, lo que permite a la orden desarrollarse y estructurarse a nivel internacional. Los Capuchinos disfrutan de una gran libertad en su organización, lo que les permite llevar a cabo su misión sin verse obstaculizados por las estructuras jerárquicas tradicionales de otras órdenes religiosas.

Los Capuchinos estaban animados por una pasión por la predicación y un profundo deseo de servir a los más necesitados. Desde muy temprano, se dedicaron a la misión en contextos sociales y geográficos variados, ya sea en entornos urbanos o rurales. Su enfoque era profundamente evangélico: su vida y su predicación debían ser un ejemplo vivo de la fe cristiana.

El nacimiento de la orden de los Capuchinos es el reflejo de las turbulencias religiosas y sociales del siglo XVI, marcadas por las reformas religiosas y las aspiraciones a una Iglesia más pura y fiel a las enseñanzas de Cristo. En este contexto, la fundación de los Capuchinos por Matteo de Bascio representa una respuesta a la crisis de la orden franciscana y una voluntad de volver a las raíces espirituales de san Francisco de Asís. Su compromiso con la pobreza radical y la humildad, así como su presencia entre los más desfavorecidos, sigue siendo una característica fundamental de su vocación y de su misión dentro de la Iglesia católica.

La reforma y el nacimiento del orden

La historia de la reforma que condujo al nacimiento de la orden de los Capuchinos está marcada por una voluntad de retorno a los ideales fundamentales del franciscanismo, en un contexto de aspiraciones profundas a renovar la vida religiosa y hacerla más fiel a las enseñanzas evangélicas. La reforma llevada a cabo por los primeros Capuchinos se inscribe en el marco de un proceso espiritual y práctico destinado a devolver a la orden franciscana una vida de simplicidad radical, centrada en la oración, la meditación y la caridad hacia los más desfavorecidos.

La búsqueda de simplicidad y devoción

Los reformistas, apodados los "Capuchinos", se distinguían por un intenso deseo de regresar a una forma de vida religiosa más austera y más conforme a las prácticas originales de san Francisco de Asís. Se sentían llamados a corregir las desviaciones de las diferentes ramas de la orden franciscana que, con el tiempo, habían adoptado modos de vida más cómodos y mundanos. Los Capuchinos querían restaurar el ideal de pobreza total y humildad que había hecho la fuerza espiritual de la orden en sus inicios.

La reforma de los Capuchinos no se contentaba con un simple retorno a una austeridad superficial; estaba concebida como un renuevo espiritual en profundidad. Los miembros de esta orden se querían ante todo hombres de oración y meditación, dedicándose completamente a Dios, en un espíritu de contemplación. Sus días estaban marcados por oficios religiosos, momentos de silencio y retiro espiritual. Se reunían regularmente para orar juntos y meditar sobre los Evangelios, con el objetivo de acercarse a Dios y prepararse para la misión de evangelización y caridad hacia los pobres.

La vida de pobreza radical

Uno de los principios fundamentales de la reforma capuchina residía en la adopción de una pobreza radical. A diferencia de otras ramas franciscanas que, aunque vivían en cierta simplicidad, a veces tenían acceso a recursos materiales, los Capuchinos se comprometían a renunciar a todo bien material, a vivir sin posesiones personales y a compartir todo lo que poseían con los demás. Esto iba más allá de la simple privación de bienes materiales; se trataba de una elección radical destinada a imitar el ejemplo de San Francisco, que había renunciado a todo para seguir a Cristo.

Los Capuchinos establecieron una vida comunitaria basada en la pobreza, donde cada miembro vivía de manera igual con sus hermanos, apoyándose únicamente en la providencia divina. La simplicidad de su modo de vida se extendía hasta el aspecto vestimentario: llevaban ropas simples, hechas de lana gruesa, y un capucho, cuya apariencia recordaba la forma de los monjes ermitaños y simbolizaba su renuncia al mundo material.

El énfasis en la oración y la meditación

Otro aspecto clave de la reforma capuchina fue el énfasis en la oración y la meditación. Si la orden franciscana en su conjunto ya estaba profundamente arraigada en una vida de oración, los Capuchinos iban aún más lejos al establecer prácticas de meditación regulares, centradas en la contemplación de los Evangelios y la Pasión de Cristo. Esta dimensión contemplativa se consideraba esencial para alcanzar una unión íntima con Dios y fortalecer el compromiso espiritual de los monjes.

La oración era el instrumento principal de su vida religiosa, y los Capuchinos buscaban hacer de cada momento de su existencia un acto de devoción. En paralelo a la oración individual, la vida comunitaria de los Capuchinos también integraba momentos de recogimiento colectivo, donde todos los monjes se reunían para orar y meditar juntos, en una búsqueda continua de purificación interior.

La caridad hacia los pobres

La caridad hacia los más desfavorecidos representaba un aspecto fundamental de la espiritualidad capuchina. La orden de los Capuchinos se comprometía a vivir entre los pobres, a ayudarles y a servirles en su vida cotidiana. Para los Capuchinos, la pobreza no era solo una regla de vida, sino un medio para imitar a Cristo, que había vivido pobre entre los hombres y había dedicado su vida al servicio de los oprimidos.

Los Capuchinos se encargaban de los pobres, los enfermos, los prisioneros, los huérfanos y los marginados. Se dirigían a los barrios más desfavorecidos, a los hospitales y a los asilos, para ofrecer un consuelo material y espiritual a quienes sufrían. La aspiración de vivir según el ejemplo de Jesús, en particular en lo que respecta al cuidado de los más débiles, marcaba su compromiso social y espiritual. Esta misión de caridad era complementaria a su compromiso con la oración, formando una unión entre el servicio a Dios y el servicio al prójimo.

La aprobación papal y la oficialización de la orden (1525)

La reforma llevada a cabo por los Capuchinos fue coronada por la aprobación papal, que permitió a la orden estructurarse y desarrollarse. El 3 de junio de 1525, el papa Clemente VII reconoció oficialmente la orden de los Capuchinos, confiriéndoles el estatus de orden religioso a parte entera. Este reconocimiento papal fue un paso crucial para los Capuchinos, ya que les permitía dedicarse plenamente a su misión y desplegarse a través de Europa y más allá.

La aprobación papal también marcaba un punto de inflexión en la historia de la Iglesia católica, ya que daba origen a un movimiento de reforma interna que iba a encarnar los ideales de pobreza, humildad y caridad en un mundo en plena transformación. La orden de los Capuchinos, con su compromiso hacia la oración, la meditación y la caridad, iba a convertirse así en un modelo de vida religiosa radical y de acción misionera.

La reforma y el nacimiento de la orden de los Capuchinos están íntimamente ligados a un período de grandes turbulencias religiosas y sociales. En este contexto, los Capuchinos quisieron devolver a la orden franciscana sus profundas raíces de pobreza, humildad y devoción. A través de su compromiso de llevar una vida austera, basada en la oración y la meditación, y su caridad hacia los más desfavorecidos, los Capuchinos han sabido renovar el espíritu franciscano mientras respondían a los desafíos de su época. La aprobación papal en 1525 permitió a la orden desplegarse, y su influencia aún se siente hoy, tanto en la vida religiosa como en el servicio a los más pobres.

Los valores fundamentales de los Capuchinos

La pobreza radical

Uno de los valores más esenciales que definen el orden de los Capuchinos es la pobreza radical. Esta exigencia de renuncia a la posesión de bienes materiales se basa en el ideal de san Francisco de Asís, quien dedicó su vida a imitar a Cristo a través de la simplicidad y la pobreza. La pobreza en los Capuchinos no se limita a un simple aspecto material; es una elección espiritual profunda, un medio para acercarse a Dios y vivir plenamente según los principios evangélicos.

La pobreza según san Francisco de Asís

San Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana, vio en la pobreza una manera de imitar a Cristo que, según los Evangelios, nació en un establo, vivió sin posesiones personales y renunció a toda riqueza terrenal. Para Francisco, vivir en la pobreza radical no era un simple renunciamiento a los bienes materiales, sino una manera de estar totalmente libre para servir a Dios y a sus hermanos y hermanas. Al renunciar a todo lo que es terrenal, buscaba vivir en una dependencia total de la providencia divina.

Los Capuchinos, que son una rama reformista de la orden franciscana, han tomado este modelo a pecho y han querido llevarlo aún más lejos. Su vocación consiste en vivir según las enseñanzas de san Francisco, renunciando a toda propiedad personal y dedicando su vida a la oración, la meditación y la caridad hacia los más necesitados.

La regla de vida de los Capuchinos

La regla de vida de los Capuchinos estipula que cada miembro debe renunciar a poseer bienes materiales, ya sean tierras, dinero u objetos personales. Esta elección radical de pobreza se traduce en un modo de vida estrictamente comunitario. Los Capuchinos viven juntos en casas modestas, a menudo llamadas "conventos", donde todos los bienes son compartidos. No poseen nada en propiedad, sino que viven de lo que les es dado por la providencia divina, ya sea a través de donaciones o por el trabajo manual que ellos mismos realizan.

Esta pobreza radical tiene como objetivo crear una verdadera comunidad fraternal, donde cada miembro es igual al otro, sin distinción de estatus o riqueza. La ausencia de posesiones personales es un medio para vivir plenamente en el amor y la ayuda mutua, ya que cada Capuchino depende de los demás para su supervivencia, así como los demás dependen de él para la construcción de una vida común basada en la fraternidad.

La pobreza como liberación espiritual

La pobreza, entre los Capuchinos, es mucho más que una simple regla ascética: es un medio para lograr una liberación espiritual. Al renunciar a las posesiones materiales, los Capuchinos buscan desprenderse de las preocupaciones mundanas y concentrarse en su relación con Dios. La pobreza se convierte así en una forma de despojo interior, donde el monje se libera de sus ataduras terrenales para estar plenamente disponible a la misión de la Iglesia y al servicio de los demás.

Esto significa que la pobreza de los Capuchinos no es simplemente una cuestión de falta de bienes materiales, sino una elección deliberada de liberarse de las cadenas del deseo y la avaricia. Para ellos, este compromiso es una manera de seguir el ejemplo de Cristo, que vivió en la pobreza y enseñó que "no es lo que se posee lo que importa, sino la manera en que se vive con lo que se tiene". Esta pobreza, lejos de empobrecerlos, los enriquece espiritualmente, ya que los hace más abiertos a la gracia divina y más disponibles para la misión apostólica.

La pobreza como testimonio y misión

Los Capuchinos ven también su pobreza radical como un testimonio público de su fe y de su compromiso con las enseñanzas de Cristo. Al llevar una vida simple y sin pretensiones, encarnan el amor de Dios por los pobres y los excluidos de la sociedad. Su pobreza es una señal visible de su misión entre los más necesitados, a quienes consideran sus hermanos y hermanas a amar y servir.

Su compromiso con la pobreza radical los lleva a vivir en contextos sociales a menudo difíciles, acercándose a los marginados, los enfermos y los pobres. Al ir a los lugares de sufrimiento, los hospitales, las prisiones y los barrios más pobres, los Capuchinos dan testimonio de la presencia de Dios entre los más desamparados. Su pobreza se convierte así en una herramienta de cercanía y solidaridad, permitiendo entrar en contacto directo con aquellos que a menudo son olvidados por la sociedad.

La pobreza y la relación con Dios

La pobreza radical de los Capuchinos es ante todo un medio para profundizar su relación con Dios. Al renunciar a todo lo que es superfluo, buscan acercarse a Dios, imitando a Cristo en su vida de humildad y renuncia. Para los Capuchinos, vivir sin posesiones personales les permite estar totalmente disponibles a la voluntad de Dios, sin estar agobiados por las preocupaciones materiales.

Los momentos de oración, meditación y silencio son así esenciales en su vida espiritual. Estos momentos se viven como ocasiones para entrar en comunión directa con Dios, sin las distracciones del mundo exterior. En esta búsqueda espiritual, la pobreza se convierte en un medio para purificar el corazón y prepararse para el encuentro con Dios, al mismo tiempo que se permanece atentos a las necesidades de los demás.

La pobreza radical es la piedra angular de la espiritualidad de los Capuchinos, y se basa en el ejemplo de san Francisco de Asís, quien vio en la pobreza un medio para imitar a Cristo y dedicarse completamente a Dios y a sus hermanos. Para los Capuchinos, la pobreza no es solo una cuestión material, sino un compromiso espiritual profundo que los libera de las distracciones del mundo y los hace disponibles para su misión de caridad y oración. A través de esta pobreza, dan testimonio del amor de Dios por los pobres y buscan vivir plenamente en el espíritu de los Evangelios.

La humildad y la oración

La humildad y la oración ocupan un lugar central en la vida de los Capuchinos. Estos dos valores son los fundamentos de su compromiso espiritual y de su misión. Al dedicarse a la humildad, buscan imitar a Cristo, quien, por su ejemplo, mostró el camino de la sumisión total a Dios y al servicio de los demás. La oración, por su parte, es su medio privilegiado para entrar en comunión con Dios, meditar sobre su Palabra y alimentarse espiritualmente para llevar una vida de compromiso sincero y profundo.

La humildad: Una virtud fundamental

La humildad es una de las virtudes cardinales del orden capuchino. Encuentra sus raíces en la enseñanza de Cristo y en el ejemplo de san Francisco de Asís, quien buscó vivir en la simplicidad y la pobreza, renunciando a toda forma de vanidad y orgullo. Para los Capuchinos, la humildad no es simplemente un rasgo de carácter, sino un modo de vida completo. Se manifiesta en su forma de vivir, en sus relaciones con los demás y en su enfoque de la misión.

La humildad en los Capuchinos significa ante todo reconocerse como simples servidores de Dios y de sus hermanos. No buscan hacerse notar ni recibir honores. Al contrario, se esfuerzan por vivir en el anonimato, evitando toda forma de exaltación personal o apego a los éxitos materiales y sociales. La humildad, para ellos, consiste en aceptar la voluntad de Dios en su vida, incluso cuando esto implica sacrificios o pruebas.

Siguiendo el ejemplo de san Francisco, quien se consideraba "el más pequeño" de los servidores de Dios, los Capuchinos buscan deshacerse de todo orgullo humano y concentrarse en el amor de Cristo y el servicio a los demás. Su humildad se traduce en la simplicidad de su vida cotidiana, en su trabajo manual, en su interacción con los demás, pero también en su capacidad para aceptar las pruebas y los sufrimientos como medios de purificación espiritual.

La oración diaria: Un acto de devoción y comunión con Dios

La oración está en el corazón de la vida capuchina. Cada día, los miembros de la orden dedican un tiempo considerable a la oración, buscando acercarse a Dios y nutrir su vida espiritual. La oración, para los Capuchinos, no es solo un acto de petición, sino un verdadero diálogo íntimo con Dios. Les ayuda a encontrar la paz interior, a renovar su compromiso con su misión y a obtener la fuerza necesaria para vivir su vocación.

La oración de los Capuchinos está centrada en la meditación de los Evangelios, en particular de la Pasión de Cristo. Cada día, se dedican a reflexionar sobre los eventos de la vida de Jesús, en particular su sufrimiento y su muerte en la cruz. Esta contemplación de la Pasión es esencial para ellos, ya que les permite unirse a Jesús en su sufrimiento y comprender más profundamente el misterio de la salvación. El sufrimiento de Cristo se convierte así en un modelo de dedicación y sacrificio, que los Capuchinos se esfuerzan por imitar en su propia vida.

Además de la meditación personal, la oración comunitaria también juega un papel clave en la vida de los Capuchinos. Los momentos de oración en comunidad, ya sea la oración del Oficio divino o la misa diaria, refuerzan los lazos fraternales y nutren la vida espiritual de la orden. Estas oraciones colectivas recuerdan a los miembros que forman parte de una misión común y que están llamados a apoyarse mutuamente en su búsqueda de santidad.

La meditación sobre los Evangelios y la contemplación

La meditación sobre los Evangelios es una práctica esencial para los Capuchinos. Cada día, se toman el tiempo para leer y meditar sobre los textos bíblicos, en particular los Evangelios, que narran la vida, las enseñanzas y las acciones de Jesucristo. Esta lectura no es simplemente intelectual, sino que busca impregnar el corazón y la mente de la Palabra de Dios.

Los Capuchinos buscan vivir los Evangelios de manera concreta, poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús en su vida cotidiana. Se esfuerzan por seguir sus pasos, buscando vivir el amor, la humildad y la pobreza que él encarnó. Su meditación sobre los Evangelios es también una manera de prepararse para su misión de predicación y de caridad hacia los más necesitados.

La contemplación, por su parte, va más allá de la lectura y de la reflexión. Es una forma de oración silenciosa, donde los Capuchinos buscan unirse a Dios en un espacio de calma interior. La contemplación les permite desprenderse de las distracciones externas y concentrarse plenamente en la presencia divina. Es en estos momentos de silencio que los Capuchinos experimentan una comunión profunda con Dios, uniendo su alma a su amor y a su voluntad.

La oración y la humildad en la misión capuchina

La humildad y la oración no son solo prácticas espirituales privadas entre los Capuchinos, sino que también nutren su compromiso misionero. De hecho, la humildad les permite estar disponibles para servir a los demás sin buscar la gloria personal, mientras que la oración les ayuda a mantenerse centrados en Dios y a recibir la fuerza necesaria para cumplir su misión.

Los Capuchinos están llamados a ser instrumentos de la paz de Dios en el mundo. Su compromiso en la oración y su vida de humildad les permiten ser testigos auténticos del amor de Cristo. En su apostolado, ya sea en la evangelización, el acompañamiento de los enfermos o la caridad hacia los pobres, los Capuchinos se esfuerzan por vivir según los principios de la oración y la humildad, sirviendo a los demás con amor y dedicación.

La humildad y la oración son indisolubles en la vida de los Capuchinos. Forman los fundamentos de su espiritualidad y su misión. La humildad les permite vivir en la simplicidad, siguiendo el ejemplo de Cristo, mientras que la oración les ayuda a nutrir su relación íntima con Dios. Juntas, estas dos valores los guían en el camino de la santidad y del apostolado, llamándolos a vivir una vida de compromiso profundo y de dedicación total a Dios y a los demás.

El compromiso social y la caridad

El compromiso social y la caridad están en el corazón de la misión de los Capuchinos, que siguen el ejemplo de san Francisco de Asís al buscar vivir entre los pobres y los marginados, ofreciendo consuelo y apoyo. Esta dimensión social de la vida capuchina va mucho más allá de las palabras; se manifiesta en acciones concretas, destinadas a brindar ayuda material, espiritual y moral a quienes más lo necesitan. La caridad, para los Capuchinos, no es solo un acto de generosidad, sino una verdadera vocación de vivir el Evangelio en su forma más radical.

Vivir entre los pobres: La prioridad de la Orden

Los Capuchinos, como su fundador san Francisco de Asís, han hecho la elección deliberada de vivir entre los pobres. Su ideal es el de una pobreza radical, que incluye no solo la renuncia a los bienes materiales, sino también un profundo deseo de estar en proximidad con aquellos que están marginados y oprimidos. La Orden de los Capuchinos les enseña que su compromiso espiritual y su misión apostólica solo pueden realizarse plenamente al estar cerca de los más pobres y los más desamparados.

Así, los Capuchinos se esfuerzan por vivir en barrios pobres, a menudo abandonados o marginados por la sociedad. En lugar de retirarse a lugares protegidos o aislados, eligen anclarse en el corazón de la comunidad, especialmente en áreas donde la miseria es evidente. Esta presencia física y espiritual es una forma de testimonio vivo del Evangelio, y un medio de encarnar la solidaridad y el amor de Cristo por todos los hombres, particularmente aquellos que sufren.

Están presentes en los hospitales, donde brindan cuidados espirituales a los enfermos y reconfortan a los que sufren. En las prisiones, ofrecen una palabra de esperanza y aliento a los detenidos, mientras predican la reconciliación y el perdón. En este sentido, los Capuchinos tienen una vocación misionera que trasciende las fronteras materiales y sociales, buscando llevar la luz del Evangelio allí donde el sufrimiento y la pobreza están más presentes.

La caridad: Una vocación a la ayuda material y espiritual

La caridad, para los Capuchinos, no se limita a acciones puntuales de beneficencia, sino que está integrada en cada aspecto de su vida. Su misión hacia los pobres y los enfermos se nutre de su compromiso de orar por ellos y de apoyarlos en sus necesidades materiales y espirituales. Su caridad se traduce en un enfoque holístico que busca responder a las necesidades fundamentales de los individuos, ya sean físicas, emocionales o espirituales.

Los Capuchinos también están involucrados en obras de caridad, como la distribución de alimentos, ropa y otras formas de ayuda a los necesitados. Sin embargo, su trabajo no se limita a estas acciones materiales. También se dedican al acompañamiento espiritual de los más vulnerables, ofreciéndoles una escucha atenta, consejos y apoyo moral. Predican el amor de Dios y la esperanza, al mismo tiempo que animan a los pobres a volverse hacia la fe y la confianza en la Providencia divina, que nunca los abandona.

Un aspecto particular del compromiso de los Capuchinos es su trabajo con los enfermos incurables y las personas mayores, para quienes aseguran un acompañamiento espiritual constante. Al cuidar de aquellos que a menudo son olvidados o descuidados por la sociedad, recuerdan la importancia de la dignidad humana y del amor fraternal. Su misión con los enfermos se basa en la convicción de que la presencia de Dios se hace particularmente cercana en el sufrimiento, y que los enfermos, al igual que los pobres, tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios.

Predicar el amor y la solidaridad

Los Capuchinos no se contentan con vivir su vocación en la discreción y la simplicidad. También están llamados a predicar y difundir el amor cristiano, la humanidad y la solidaridad. Su predicación a menudo está orientada hacia el llamado al amor del prójimo y a la solidaridad con los más desfavorecidos. Su mensaje enfatiza la importancia de la ayuda mutua, la compartición y el apoyo en la comunidad, y sobre el hecho de que la pobreza, ya sea material o espiritual, debe ser compartida por todos.

En esta óptica, los Capuchinos a menudo van más allá de las simples palabras para ofrecer gestos concretos de solidaridad. Su caridad es un testimonio vivo de la fraternidad cristiana, y su predicación llama a la transformación de los corazones y de las sociedades. Al predicar la caridad y el amor, los Capuchinos incitan a sus oyentes a ser sensibles al sufrimiento de los demás y a trabajar juntos para crear un mundo más justo y más solidario.

El acompañamiento de los jóvenes y las familias

Los Capuchinos no limitan su acción a los más desfavorecidos, sino que también están presentes para acompañar a los jóvenes y las familias. En el marco de su misión social, ofrecen espacios de formación y reflexión para los jóvenes, ayudándoles a crecer en la fe y a enfrentar los desafíos de la vida. Se esfuerzan por ser un modelo de apoyo, especialmente en la educación a la solidaridad, y ofrecen un entorno seguro y propicio para la espiritualidad.

Además, en un mundo a menudo marcado por el individualismo y la fragmentación de las estructuras familiares, los Capuchinos apoyan a las familias en su vida cotidiana, brindándoles una guía espiritual y una escucha atenta. Se aseguran de que las familias estén unidas en el amor cristiano y buscan fomentar lazos fraternales fuertes dentro de la comunidad.

El compromiso social y la caridad son las piedras angulares de la misión de los Capuchinos. Al vivir entre los más pobres, al predicar el amor y la solidaridad y al comprometerse en obras de caridad, los Capuchinos responden al llamado de Dios a servir a la humanidad, especialmente a aquellos que están en necesidad. Su vida es un testimonio vivo del Evangelio, encarnando los valores de solidaridad, amor fraternal y justicia social. Para ellos, la caridad es una vocación que toca cada aspecto de su vida y que los impulsa a actuar para mejorar la condición de aquellos que sufren. Al poner énfasis en la ayuda material y espiritual, recuerdan a cada uno que el amor y la solidaridad deben traducirse en acciones concretas para aportar consuelo y esperanza.

La misión de los Capuchinos a través del mundo

La expansión del orden

Desde su fundación en 1525, la orden de los Capuchinos se ha distinguido por su deseo de responder al llamado del Evangelio más allá de las fronteras geográficas y culturales. Su misión ha estado marcada por una rápida expansión que los ha llevado a establecer comunidades religiosas y a fundar misiones en muchos países alrededor del mundo. Impulsados por su compromiso con la pobreza radical, la oración y la caridad, los Capuchinos han sabido adaptar su mensaje y su modo de vida a las diversas realidades culturales, mientras se mantienen fieles a su vocación primera: anunciar el amor de Dios y servir a los más necesitados.

Una rápida expansión desde los primeros años

La orden de los Capuchinos se difundió rápidamente en Europa desde el inicio de su existencia, gracias a la fervor de sus miembros y al apoyo de la Iglesia católica. Sus valores de pobreza, humildad y devoción espiritual atrajeron a numerosos aspirantes dentro de la orden, lo que les permitió fundar comunidades en muchos países de Europa. Desde las primeras casas en Italia, los Capuchinos se establecieron en regiones como Francia, España, Portugal y Alemania, donde su estilo de vida austero y su predicación apasionada encontraron un público receptivo.

Sus misiones se han expandido rápidamente más allá de las fronteras de Europa, especialmente debido al llamado misionero formulado por la Iglesia católica durante la era de las grandes exploraciones. Los Capuchinos respondieron con entusiasmo a la oportunidad de evangelizar en los países recién descubiertos, especialmente en Asia, África y América Latina, donde desempeñaron un papel esencial en la difusión del cristianismo.

Las misiones en Asia y en África: Un desafío espiritual y cultural

Los Capuchinos fueron uno de los primeros órdenes religiosos en llegar a Asia, donde buscaron evangelizar a los pueblos de la India, China y Filipinas. Estas misiones eran particularmente complejas debido a las profundas diferencias culturales y religiosas entre el cristianismo y las tradiciones espirituales locales. Sin embargo, los Capuchinos demostraron una gran adaptabilidad y un respeto por las culturas locales mientras anunciaban la Palabra de Dios. Crearon escuelas, fundaron hospitales y orfanatos, y trabajaron en la conversión de las poblaciones mientras integraban ciertas prácticas culturales en la liturgia y la enseñanza cristiana, lo que les permitió alcanzar a un mayor número de personas.

En África, su misión ha sido igualmente decidida y valiente. Los Capuchinos han establecido comunidades religiosas en regiones remotas del continente, llevando el Evangelio a zonas a menudo aisladas. Su compromiso con los más desfavorecidos y su trabajo en educación y salud les ha permitido ganar la confianza de las poblaciones locales. Las misiones africanas también se han caracterizado por la apertura de escuelas para niños y adultos, y la asistencia a los enfermos y a las personas mayores, un compromiso que reflejaba el espíritu de caridad y solidaridad propio de la orden.

América Latina: Un encuentro con los pueblos indígenas

América Latina ha sido otro campo de acción importante para los Capuchinos, especialmente después del descubrimiento de las Américas. Desde el siglo XVI, los Capuchinos se han trasladado a los territorios conquistados por los españoles y los portugueses, especialmente en México, Perú, Argentina y Brasil. Las misiones capuchinas en América Latina a menudo se han enfrentado a los complejos desafíos del encuentro entre las tradiciones cristianas y las creencias indígenas. Sin embargo, los Capuchinos han demostrado tenacidad y han llevado a cabo un trabajo a largo plazo en favor de la conversión de los pueblos indígenas. También han desarrollado estrategias adaptadas para crear comunidades cristianas mientras respetan ciertos aspectos de las culturas locales.

Los Capuchinos se han preocupado por prestar una atención particular a los indígenas, ofreciéndoles una educación cristiana mientras preservan algunas de sus tradiciones y saberes ancestrales. Su enfoque pastoral consistía en acompañar a las poblaciones en su integración al cristianismo, respetando al mismo tiempo su identidad cultural. Este respeto mutuo ha permitido construir puentes entre los mundos europeos e indígenas, facilitando la evangelización mientras se fomenta la aceptación de las enseñanzas cristianas.

La misión capuchina hoy: Un compromiso mundial continuo

Hoy, los Capuchinos continúan su misión de evangelización en todo el mundo, adaptándose a las realidades modernas mientras se mantienen fieles a su tradición. Su presencia se ha fortalecido en países de África, Asia y América Latina, donde siguen trabajando en los barrios más pobres, los hospitales, las escuelas y las prisiones. Además de su trabajo misionero tradicional, los Capuchinos ahora se dedican a áreas como la eclesiología y los estudios bíblicos, en el marco de sus instituciones educativas y de sus programas de formación para jóvenes.

Su compromiso con los más desfavorecidos sigue siendo un principio fundamental de su acción misionera. Los Capuchinos son particularmente activos en zonas de guerra, crisis o desastres naturales, donde brindan ayuda humanitaria de emergencia mientras continúan predicando el amor cristiano. Su trabajo humanitario, asociado a su mensaje espiritual, permite responder a las necesidades materiales y espirituales de las poblaciones, al mismo tiempo que fomenta la paz y la reconciliación.

La misión de los Capuchinos ha atravesado los siglos respondiendo siempre más ampliamente al llamado a evangelizar el mundo. Su expansión mundial ha permitido que la orden se establezca en los lugares más remotos, y su compromiso con los pobres, los enfermos y los oprimidos sigue siendo el corazón de su vocación. El mensaje de los Capuchinos continúa resonando a través del mundo, aportando tanto la luz del Evangelio como la esperanza en las vidas de millones de personas. Desde sus primeras misiones en Asia y África hasta su presencia actual en muchos países, los Capuchinos siguen siendo un testimonio vivo de la fe, la humildad y la caridad cristiana, trabajando por un mundo más solidario y más justo.

Los Capuchinos y la vida misionera

Una de las características más destacadas de la orden de los Capuchinos es su enfoque único de la misión. A diferencia de otras formas de evangelización más institucionales, los Capuchinos siempre se han esforzado por vivir en el corazón de las comunidades que buscaban evangelizar, adoptando un método basado en la proximidad, la escucha activa y el compromiso directo con las personas. Su misión no solo ha consistido en predicar el Evangelio, sino también en cuidar de las necesidades materiales y espirituales de las poblaciones locales, especialmente de los más vulnerables.

Una misión encarnada: Vivir entre los pueblos

Los Capuchinos han tomado la decisión deliberada de establecerse en lugares donde otras órdenes religiosas o instituciones aún no habían puesto su pie. En lugar de mantenerse al margen o en lugares protegidos, prefirieron vivir entre los pobres, en los barrios desfavorecidos o en las campañas aisladas. Su objetivo era comprender mejor los desafíos de las poblaciones locales, compartir sus sufrimientos y ser un testigo vivo del amor cristiano. Este modo de vida de encarnación se inscribió en la línea de las enseñanzas de san Francisco de Asís, quien consideraba que la presencia en medio del mundo, en la simplicidad y la pobreza, era esencial para ser un verdadero mensajero del Evangelio.

Los Capuchinos no han tratado de imponer soluciones prefabricadas ni de forzar conversiones. Al contrario, han escuchado a la gente, han buscado entender sus culturas y realidades, y han traído el Evangelio en un marco de respeto mutuo y apertura. Su método siempre ha sido un diálogo entre la fe cristiana y las culturas locales, respetando las tradiciones mientras ofrecen un camino hacia la fe cristiana.

Responder a las necesidades materiales: Una misión de servicio

El servicio a los más desfavorecidos, en todas sus dimensiones, está en el corazón de la vocación misionera de los Capuchinos. Más allá del aspecto espiritual de su trabajo, siempre han estado presentes para responder a las necesidades materiales de las poblaciones a las que servían. Fundaron escuelas y hospitales, ofreciendo así una educación cristiana y atención médica a los más pobres. También abrieron orfanatos para cuidar a los niños abandonados y refugios para los enfermos, especialmente en las regiones afectadas por epidemias y crisis sanitarias.

Los Capuchinos tienen una tradición bien arraigada de trabajo en los hospitales, donde cuidan a los enfermos sin distinción de origen, de estatus social o de creencia. Su enfoque es holístico, buscando no solo curar los cuerpos, sino también nutrir el alma a través de la oración y la escucha espiritual. Este enfoque integrado de la misión ha permitido a los Capuchinos ganar el respeto y la gratitud de las comunidades locales, que los han visto no solo como predicadores, sino también como fieles servidores de Cristo, en sus acciones concretas.

Promover la paz y la justicia social

Además de su trabajo de cuidado espiritual y material, los Capuchinos siempre han estado comprometidos con la promoción de la paz y la justicia social. En las regiones afectadas por conflictos, guerras o tensiones sociales, han desempeñado un papel de mediador, buscando apaciguar las divisiones y fomentar la reconciliación. Su misión ha consistido a menudo en promover valores como la dignidad humana, el respeto de los derechos de los individuos y las comunidades, y la solidaridad entre los pueblos.

Los Capuchinos también han sido voces fuertes contra las injusticias sociales, las discriminaciones y los abusos de poder. En África y en América Latina, por ejemplo, se han pronunciado contra las injusticias cometidas contra las poblaciones indígenas, y han denunciado los sistemas coloniales y esclavistas. Su compromiso en favor de los pobres les ha llevado a defender activamente los derechos de los oprimidos, ofreciéndoles recursos y abogando por ellos en las instancias políticas y religiosas.

La misión de hoy: Un llamado renovado

Hoy, el compromiso misionero de los Capuchinos sigue siendo tan vivo y relevante como antes. Continúan comprometidos con obras de caridad en las regiones más desfavorecidas, tanto en entornos urbanos como rurales. Su presencia en los barrios populares, las prisiones, los hospitales y las escuelas es un testimonio constante de su dedicación hacia los más necesitados.

En un mundo cada vez más globalizado, los Capuchinos se esfuerzan por responder a los desafíos contemporáneos como las desigualdades económicas, las migraciones masivas y las crisis ambientales. Su enfoque misionero ahora también está orientado hacia la interculturalidad, buscando promover la paz, la fraternidad y el respeto mutuo entre las culturas y las religiones. Están presentes en las escenas internacionales, especialmente en zonas de guerra o de desastres naturales, brindando ayuda humanitaria y un mensaje de esperanza.

Los Capuchinos son testigos de una forma de misión profundamente encarnada, que pone énfasis en la proximidad con la gente, la escucha de sus necesidades y el compromiso concreto al servicio de los más desfavorecidos. Su compromiso misionero no se limita a la predicación del Evangelio, sino que incluye un servicio directo a las poblaciones locales, ya sea en cuidados médicos, educación o acción por la justicia social. La orden continúa así viviendo su llamado a anunciar la Buena Nueva mientras aporta un apoyo tangible a las comunidades más frágiles, encarnando en el mundo de hoy los valores fundamentales de pobreza, humildad y caridad que caracterizan su vocación.

Los desafíos contemporáneos

La orden de los Capuchinos, fiel a sus raíces fundacionales, continúa hoy enfrentando numerosos desafíos en un mundo que cambia rápidamente. Estos desafíos son tanto sociales, económicos como espirituales, y exigen de la orden una capacidad de adaptación mientras se mantiene anclada en sus principios fundamentales de pobreza, humildad y caridad. La misión de los Capuchinos en el siglo XXI es dar testimonio del amor de Dios y de la fraternidad cristiana, al mismo tiempo que responde a las realidades complejas del mundo moderno.

Lucha contra las desigualdades sociales y económicas

Uno de los principales desafíos a los que se enfrentan los Capuchinos hoy en día es el de las crecientes desigualdades sociales y económicas en muchas regiones del mundo. Las brechas entre los ricos y los pobres no dejan de ampliarse, creando fracturas sociales y tensiones. Los Capuchinos, en su compromiso con los desfavorecidos, son testigos de esta realidad cotidiana, donde millones de personas sufren de pobreza, falta de acceso a la educación, a la salud y a una vida digna.

Para responder a estos desafíos, los Capuchinos continúan viviendo su vocación de pobreza radical. Se esfuerzan por compartir sus recursos con los más pobres, ofrecer servicios de primera necesidad en las comunidades marginadas y abogar por políticas públicas que fomenten la justicia social. Las misiones sociales de los Capuchinos no solo se limitan a aliviar el sufrimiento, sino que también buscan remediar las causas profundas de las desigualdades, trabajando por la dignidad de cada persona y apoyando iniciativas de desarrollo sostenible en los países donde están presentes.

La crisis ambiental: Un llamado a la solidaridad global

Uno de los desafíos contemporáneos más urgentes a los que se enfrenta la orden de los Capuchinos es la crisis ambiental. El cambio climático, la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad afectan particularmente a las poblaciones más vulnerables, que dependen directamente de la tierra y de los recursos naturales para su supervivencia. En este contexto, los Capuchinos tienen un papel importante que desempeñar como defensores del medio ambiente, insistiendo en la necesidad de preservar la creación de Dios y de proteger el planeta para las generaciones futuras.

La orden de los Capuchinos, en su compromiso por la justicia social, integra cada vez más la dimensión ecológica en su trabajo misionero. En varias regiones del mundo, están involucrados en proyectos de desarrollo sostenible, especialmente en África y América Latina, donde apoyan iniciativas agrícolas sostenibles y programas de educación ambiental. Su enfoque holístico de la misión se basa en la idea de que la preservación del medio ambiente y la lucha contra las desigualdades sociales están íntimamente relacionadas, y que la justicia climática es una cuestión moral y ética.

Un mundo globalizado y fragmentado: La búsqueda de la fraternidad

Un otro desafío importante para los Capuchinos es la aparición de un mundo cada vez más globalizado, pero también dividido. En un contexto marcado por las migraciones masivas, las tensiones políticas y religiosas, y los conflictos étnicos, los Capuchinos están llamados a encarnar un mensaje de reconciliación y fraternidad. Los valores de solidaridad, paz y diálogo interreligioso son más que nunca necesarios en sociedades cada vez más fragmentadas.

En las sociedades modernas, donde el individualismo y el materialismo a menudo prevalecen sobre la solidaridad y el respeto mutuo, la orden de los Capuchinos trabaja para promover la unidad. Su labor con los refugiados, los migrantes y las poblaciones desplazadas lo demuestra. Están presentes en los campos de refugiados, en las zonas de guerra y en los barrios sensibles, donde aportan un mensaje de esperanza y reconciliación. Al cuidar de los más vulnerables y construir puentes entre las culturas, los Capuchinos buscan ofrecer un contrapeso a la creciente polarización que amenaza a las sociedades contemporáneas.

La crisis de la fe y la secularización

En paralelo a estos desafíos sociales y ambientales, los Capuchinos también deben enfrentar otro desafío más interno: el de la crisis de la fe y la secularización. En muchas regiones del mundo, y particularmente en Occidente, la práctica religiosa disminuye, y las generaciones jóvenes parecen estar cada vez más alejadas de las instituciones religiosas tradicionales. La sociedad parece estar cada vez más marcada por una búsqueda de sentido en otros lugares, en los consumos materiales o en filosofías alternativas.

Los Capuchinos, al mismo tiempo que se mantienen fieles a sus valores, deben reinventar su manera de estar presentes en este contexto de secularización. Adaptan sus métodos de misión para alcanzar a las jóvenes generaciones, a menudo fuera de los marcos tradicionales. Los Capuchinos multiplican así las iniciativas de sensibilización a la espiritualidad, especialmente a través de proyectos educativos, retiros espirituales y obras de caridad innovadoras. Buscan tocar los corazones por el ejemplo, mostrando que la fe cristiana puede ofrecer un camino de paz interior, de compromiso social y de reconciliación con el mundo.

La vida comunitaria y el fomento de vocaciones

Finalmente, otro desafío importante para los Capuchinos radica en el renovación de las vocaciones y el mantenimiento de la vida comunitaria en un mundo cada vez más individualista. El número de religiosos en la orden ha disminuido a lo largo de los años, como ocurre en muchas órdenes religiosas. Sin embargo, los Capuchinos se esfuerzan por mantener su presencia formando nuevas vocaciones y cultivando un espíritu de fraternidad y compromiso entre las jóvenes generaciones.

La vida comunitaria, que es una de las piedras angulares del orden, sigue siendo una fuente de inspiración y apoyo mutuo para los miembros. Los Capuchinos insisten en que su vocación no es una misión solitaria, sino una misión vivida en comunidad, donde cada hermano está llamado a ayudarse mutuamente y a crecer en la fe juntos.

La orden de los Capuchinos continúa enfrentando los desafíos contemporáneos con una fidelidad inquebrantable a sus principios fundacionales, al mismo tiempo que demuestra creatividad y adaptabilidad. A través de su trabajo cercano, su compromiso social, su defensa del medio ambiente y su búsqueda de la paz, los Capuchinos dan testimonio de la relevancia de su vocación en el mundo de hoy. Su misión sigue siendo un mensaje de esperanza y fraternidad en un mundo que más que nunca necesita solidaridad y reconciliación.

Conclusión: La herencia de los Capuchinos

La orden de los Capuchinos, fundada a principios del siglo XVI por monjes reformistas deseosos de reconectar con el espíritu original de san Francisco de Asís, ha sabido atravesar los siglos manteniéndose fiel a sus principios fundamentales: la pobreza radical, la humildad y la caridad. Al empujar sin cesar las fronteras del amor y del servicio a los más desfavorecidos, los Capuchinos han tejido un legado profundo que continúa marcando las mentes e inspirando a los creyentes en todo el mundo.

Un modelo de dedicación y simplicidad

Originalmente, la orden de los Capuchinos fue creada con el propósito de volver a las raíces de la espiritualidad franciscana, enfatizando la simplicidad y la radicalidad del mensaje evangélico. Los miembros de la orden siempre han encarnado una vida de total humildad, renunciando a los bienes materiales y dedicándose plenamente a la oración, la meditación y la misión. En este sentido, el legado de los Capuchinos es un testimonio vivo de lo que significa vivir una fe auténtica, libre de distracciones materiales y preocupaciones superficiales.

A lo largo de los siglos, este compromiso con la pobreza y la simplicidad ha sabido adaptarse a las realidades cambiantes del mundo. La orden ha sabido conjugar su llamado espiritual con una acción social concreta, estando al lado de los más vulnerables. Los Capuchinos no solo han buscado transmitir un conocimiento religioso o llevar a cabo actividades de caridad: han tomado a pecho el deber de encarnar la caridad en cada aspecto de su vida, llegando a sacrificar sus propios conforts para acercarse a los sufrimientos de los más desamparados.

Una misión en fase con los desafíos contemporáneos

Hoy, la orden de los Capuchinos sigue respondiendo a los desafíos del mundo contemporáneo con el mismo fervor. En un contexto donde las desigualdades sociales, la crisis ambiental y los conflictos mundiales dominan las preocupaciones internacionales, los Capuchinos han sabido dar una nueva vitalidad a su vocación. Su presencia en las zonas más desfavorecidas, su compromiso a favor de la justicia social, y su papel en las misiones educativas y de salud son testimonio de una fidelidad inquebrantable al espíritu de san Francisco de Asís.

Los Capuchinos, al tiempo que respetan sus valores tradicionales, han sabido reinventarse en un mundo globalizado, marcado por la secularización y las nuevas tecnologías. Su capacidad para adaptarse mientras permanecen fieles a la esencia de su vocación espiritual demuestra la potencia de un modelo de fe activa, capaz de aportar respuestas concretas a las realidades contemporáneas. No se contentan con ser un testimonio de devoción privada, sino un compromiso social y espiritual que resuena en las realidades de nuestra época.

Una fe activa y viva para las generaciones futuras

A pesar de los numerosos desafíos a los que la orden de los Capuchinos ha tenido que enfrentarse a lo largo de los siglos, su compromiso sigue siendo una fuente de inspiración para generaciones enteras. Su legado se perpetúa a través de la fidelidad de las jóvenes vocaciones, que continúan respondiendo al llamado a vivir según el ideal franciscano. Los Capuchinos son así un modelo de fe activa y de compromiso, invitando a cada creyente a superar los límites del individualismo y a volverse hacia el servicio de los demás, con una simplicidad que toca profundamente los corazones.

La herencia de los Capuchinos no se limita a un pasado lejano. Permanece bien viva en la manera en que la orden vive hoy su misión. Sus acciones en favor de los pobres, su defensa del medio ambiente y su presencia en zonas de conflicto o pobreza encarnan los valores universales de solidaridad, amor y fraternidad. La orden de los Capuchinos continúa así brillando, no solo como una institución religiosa, sino también como un modelo concreto del amor cristiano, listo para enfrentar los desafíos del mundo moderno mientras se mantiene fiel a sus raíces espirituales.

En conclusión, la orden de los Capuchinos, en su simplicidad radical y su compromiso inquebrantable con los valores de pobreza, humildad y caridad, sigue desempeñando un papel vital en la sociedad moderna. Su legado es el de una fe viva y un total dedicación hacia la humanidad, y este testimonio no dejará de resonar para las generaciones venideras. Los Capuchinos son un modelo de fe activa, un faro de esperanza en un mundo en perpetuo cambio.

 

 

FUENTES

 

 

  • Francesco de Asís, Fioretti de San Francisco (Los Pequeños Hechos de San Francisco).

  • Léonard de San Agustín, Historia de la Orden de los Capuchinos (Historia de los Capuchinos en Francia)

  • Georges-Jean Mounin, Los Capuchinos en la historia de la cristiandad (Ed. Cerf, 2001)

  • Robert G. Hughes, Los Capuchinos: Una Historia de la Orden Capuchina (Ed. La Prensa Franciscana, 1995)

  • Louis-Marie Coudray, Los Capuchinos y la evangelización de los pueblos (Ed. Fayard, 2004)

  • Michel Di Rocco, San Francisco de Asís y la orden de los Capuchinos (Ed. Desclée de Brouwer, 2006)

  • Anales Capuchinos, Directorio y Crónica de los Capuchinos (Ed. Orden de los Capuchinos, edición anual)

 

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