Santa Francisca de Roma, también conocida como Santa Frances Romaine, fue una monja y santa católica del siglo IV. Nació en una familia noble de Roma y era hija de Tranquillino, un patricio romano, y Marta, una mujer piadosa y caritativa.
De niña, Françoise era conocida por su belleza, su inteligencia y su devoción a Dios. También tenía un gran sentido del humor y era muy querida por todos los que la conocían.
A la edad de 12 años, Françoise se casó con un hombre rico y poderoso llamado Valentin, quien también era un cristiano devoto. Sin embargo, Francisca no quería casarse y tenía la intención de dedicar su vida a Dios. Por tanto, se opuso a este matrimonio y acabó convenciendo a Valentín para que la dejara entrar en el convento.
Una vez en el convento, Francisca se dedicó por completo a la oración ya ayudar a los pobres. Era conocida por su generosidad y amabilidad, y pasaba mucho tiempo cuidando a los enfermos y ayudando a los menos afortunados.
Debido a su devoción y amabilidad, Françoise rápidamente se hizo muy popular y atrajo a muchos seguidores. Terminó fundando un convento de monjas que vivían según los principios de la caridad, la sencillez y la pobreza.
Durante su vida, Françoise también realizó muchos milagros y sanó a muchas personas gracias a su fe y oración. Es considerada una de las más grandes santas de la Iglesia Católica y se celebra todos los años el 9 de julio.
Santa Francisca es mejor conocida por su amor incondicional por los pobres y los que sufren, y por su devoción a Dios. Se la considera un modelo de compasión y generosidad, y es venerada como la patrona de las niñas y las mujeres casadas.