El padre de Santa Cristina de Tiro, Urbano, era un opulento magistrado romano que adoraba a ídolos paganos. Tenía una imponente colección de estatuas doradas, todas adoradas como deidades. Sin embargo, su hija, desde muy joven, abrazó el cristianismo y, animada por su nueva fe, rompió estos preciosos ídolos para distribuirlos entre los pobres. Una acción que provocó la furia de su padre.
En respuesta a este acto audaz, Urbano hizo azotar y encarcelar a su hija rebelde. A pesar de las crueldades infligidas, Christine se mantuvo valiente en su fe cristiana. Ante su obstinación en no negar a Cristo, su padre recurrió a torturas extremas. Usó ganchos de hierro para destrozar a Christine y finalmente la arrojó a las llamas. Sorprendentemente, sobrevivió a esta terrible experiencia, dejando a su padre aturdido y abrumado por el dolor hasta que sucumbió.
Sin embargo, la terrible experiencia de Christine no había terminado. Luego confiaron a Christine al juez Dion, quien la sumergió en aceite hirviendo, pero no sintió ningún dolor. Luego le cortaron el pelo y la llevaron desnuda (lo que era un terrible insulto para una mujer virgen) al templo de Apolo. A su entrada, la estatua del ídolo quedó reducida a cenizas.
El juez Julien, sucesor de Dion, la metió en un horno durante cinco días, pero Christine volvió a salir ilesa. Luego probamos con serpientes venenosas que no le hicieron daño. Le cortaron la lengua pero siguió hablando. Finalmente fue atada a un árbol donde murió atravesada por flechas el 24 de julio del año 300.
las reliquias de de Santa Cristina de Tiro
En 1880, un descubrimiento excepcional arrojó luz sobre la historia de Santa Cristina de Tiro: parte de sus reliquias fueron exhumadas de un sarcófago escondido en las catacumbas bajo la Basílica de Santa Cristina de Bolsena. Este evento reavivó la admiración y la devoción por la santa, brindando a los fieles una conexión tangible con su herencia sagrada.
Durante un período tumultuoso en 1099, dos peregrinos franceses robaron un fragmento del brazo de Santa Cristina mientras se dirigían a Tierra Santa. Sin embargo, su búsqueda fue interrumpida en Sepino, donde la falta de barcos disponibles los obligó a permanecer en la ciudad. Al no poder reanudar el viaje con su preciosa carga, los peregrinos tuvieron que entregar esta reliquia a la comunidad local. En Sepino, la santa es honrada en cuatro celebraciones distintas a lo largo del año, destacando su importancia espiritual para la comunidad.
La búsqueda de la conservación de las reliquias de Santa Cristina dio lugar a controversias entre distintas ciudades. Entre 1154 y 1166, estas reliquias en disputa fueron trasladadas de Roma a la Catedral de Palermo, donde aún descansan hoy. Este lugar de veneración se ha convertido en un santuario para los fieles, simbolizando la presencia continua del santo en la vida espiritual de la región.
Además de estos grandes lugares santos, otros lugares son testigos de la difusión de la devoción a Santa Cristina. Una preciosa reliquia reposa en la capilla Sainte-Christine, erigida en las alturas de Solliès-Pont, que ofrece a los fieles un espacio sagrado para honrar a la santa. Una fiesta patronal, que se celebra cada mes de julio, celebra la vida y el legado de Santa Cristina, fortaleciendo así los vínculos espirituales entre la comunidad y la santa.