Las Arma Christi, o armas de Cristo, designan los instrumentos de la Pasión y revisten un significado profundo en la tradición cristiana. Su iconografía se remonta a siglos y encuentra un lugar importante en el arte religioso, donde cada objeto se convierte en un símbolo de los sufrimientos soportados por Jesús. Miniaturas que representan estos instrumentos, como los clavos, la cruz, la corona de espinas, y otros, a menudo estaban fijadas a los crucifijos, a los relicarios o a los rosarios. Estas representaciones servían no solo para embellecer los objetos de devoción, sino también para fomentar la contemplación de los dolores de Cristo y recordar a los fieles la importancia de su sacrificio. Al meditar sobre estas Arma Christi, los creyentes pueden fortalecer su fe, sentir el amor incondicional de Cristo y recordar la redención que él ofreció a la humanidad a través de sus sufrimientos. Esta tradición continúa inspirando a numerosos artistas y devotos, testimoniando el poder de las imágenes y los símbolos en la espiritualidad cristiana.
La columna de flagelación
La columna de flagelación es un elemento clave de la Pasión de Cristo en los Evangelios. Después de ser arrestado, Jesús es llevado ante el Sanedrín y luego conducido a Pilato. Para castigarlo, Pilato ordena que sea flagelado en una columna, un acto de tortura destinado a hacerlo sufrir antes de su crucifixión. Los soldados romanos se burlan de él, infligiéndole golpes mientras lo tratan con desprecio. Esta columna simboliza el sufrimiento y la humillación que Jesús soportó por la salvación de la humanidad.
La corona de espinas
La corona de espinas es un símbolo fuerte de la Pasión de Cristo. Después de su flagelación, Jesús es burlado por los soldados romanos que le colocan una corona trenzada de espinas en la cabeza, ridiculizándolo al saludarlo como el « rey de los judíos ». Esta corona, aunque sea un instrumento de sufrimiento, representa el desprecio y la humillación que él sufrió. Luego, es conducido hacia su crucifixión, llevando esta corona, que encarna su sacrificio y su sufrimiento por la humanidad. La corona de espinas se ha convertido así en un símbolo de su amor y de su sacrificio.
La cruz de crucifixión
La cruz de crucifixión es el instrumento de la muerte de Jesús. Después de ser condenado por Pilato, Jesús lleva su cruz hasta el lugar llamado Gólgota, donde será crucificado. Clavado en la cruz, sufre una agonía intensa, rodeado de burlas y desprecio. Sobre él, un letrero indica "Jesús de Nazaret, rey de los judíos", marcando su acusación. Su crucifixión en la cruz es el momento culminante de su Pasión, representando el sacrificio último por la salvación de la humanidad.
El martillo de clavar clavos
El martillo de clavar clavos es la herramienta utilizada durante la crucifixión de Jesús. Después de ser condenado, Jesús es llevado al lugar de su ejecución, Gólgota, donde le espera la cruz. Los soldados romanos utilizan el martillo para clavar los clavos en sus manos y pies, fijándolo a la cruz. Este momento trágico representa tanto el sufrimiento físico de Jesús como el peso del pecado de la humanidad. Los clavos, símbolos de su sufrimiento, se convierten en un elemento central del relato de su crucifixión.
Los tres clavos (de las dos manos y el que atraviesa los dos pies)
Los tres clavos utilizados durante la crucifixión de Jesús son símbolos poderosos de su sufrimiento. Dos clavos están clavados en sus manos, fijando así su cuerpo a la cruz, mientras que un tercer clavo atraviesa sus dos pies. Este proceso doloroso es ordenado por los soldados romanos, que se burlan de él a lo largo de la ejecución. Los clavos representan no solo la tortura física, sino también el sacrificio supremo que Jesús hace para redimir los pecados de la humanidad. En la tradición cristiana, recuerdan el dolor de la crucifixión y el amor incondicional de Jesús.
La Lanza del centurión Longin perforando el flanco derecho
La lanza del centurión Longin se utiliza después de la muerte de Jesús en la cruz. Mientras está crucificado, Jesús da su último suspiro, y para asegurarse de que está realmente muerto, Longin ordena que le perforen el costado derecho con la lanza. Del costado de Jesús, sangre y agua fluyen, confirmando así su muerte. Este gesto de Longin también tiene un significado espiritual, simbolizando el sacrificio de Cristo por la humanidad. Más tarde, Longin se convierte al cristianismo, reconociendo la divinidad de Jesús a través de este acto.
La Santa Esponja, al final de una rama de hisopo e impregnada de vinagre.
Durante la crucifixión, mientras Jesús sufre en la cruz, pronuncia la famosa frase: « Tengo sed ». Para calmar su sed, los soldados romanos le presentan una esponja empapada en vinagre, fijada al extremo de una rama de hisopo. La esponja se eleva a sus labios, ofreciéndole un poco de este líquido amargo. Este acto de dar vinagre, un símbolo de humillación, subraya la angustia y el sufrimiento de Jesús en sus últimos momentos. Este gesto también es un cumplimiento de profecías, ilustrando la profundidad de su sacrificio por la humanidad.
Rarísimo relicario que contiene una reliquia de la Verdadera Cruz y representaciones de los instrumentos de la pasión Arma Christi en relics.es
La tenaza para quitar los clavos de las manos y los pies
La tenaza es la herramienta utilizada por los soldados romanos para retirar los clavos que fijaban a Jesús en la cruz después de su muerte. Una vez que la crucifixión ha terminado y el cuerpo de Jesús está inanimado, utilizan la tenaza para quitar los clavos de sus manos y pies, permitiendo así desatar su cuerpo de la cruz. Este momento sigue a la agonía de la crucifixión, marcando el final del sufrimiento de Cristo. Después de la retirada de los clavos, el cuerpo de Jesús es entregado a José de Arimatea, quien lo coloca en una tumba. El uso de la tenaza simboliza la brutalidad de la ejecución y el respeto final otorgado a Jesús en la muerte.
La escalera para bajar de la cruz el cuerpo de Cristo muerto
La escalera se utiliza para bajar el cuerpo de Jesús de la cruz después de su crucifixión. Tras confirmar su muerte, los soldados romanos colocan la escalera contra la cruz para retirar el cuerpo de Cristo. José de Arimatea, un miembro del Sanedrín, pide a Pilato el permiso para llevarse el cuerpo de Jesús y ofrecerle un sepulcro adecuado. Con la ayuda de la escalera, el cuerpo de Jesús es delicadamente desenganchado de los clavos que lo sostienen. Este acto de retirar el cuerpo de la cruz marca el inicio del proceso de preparación para su sepultura, testimoniando el respeto y la tristeza de los discípulos y seres queridos.
Las treinta piezas de plata pagadas a Judas para traicionar y entregar a Cristo
Judas Iscariote, uno de los doce apóstoles, acepta traicionar a Jesús por treinta piezas de plata. Este pacto se establece con los jefes de los sacerdotes y los escribas, que buscan una manera de capturar a Jesús sin provocar disturbios entre el pueblo. Judas recibe la suma acordada a cambio de la información sobre el lugar donde se encuentra Jesús. A raíz de este arreglo, Judas conduce a los soldados romanos al Jardín de Getsemaní, donde identifica a Jesús con un beso. Este acto de traición por dinero se convierte en uno de los momentos más oscuros de la Pasión de Cristo, simbolizando la debilidad humana y la avaricia.
La linterna y las antorchas de los guardias que vinieron a detenerlo
Cuando Jesús es arrestado en el Jardín de Getsemaní, un grupo de guardias, armados con linternas y antorchas, se acerca para apprehenderlo. Estas luces iluminan la oscura noche, revelando la intención de las autoridades de capturar a Jesús. Judas Iscariote, quien ha traicionado a Jesús, los guía hacia él identificándolo con un beso. Los guardias, instruidos por los jefes religiosos, están listos para arrestarlo y llevarlo ante el Sanedrín. El uso de linternas y antorchas simboliza la oscuridad espiritual en la que se encuentra la humanidad al traicionar a Cristo.
El gladio de san Pedro, cortando la oreja de Malco
Durante la arresto de Jesús en el Jardín de Getsemaní, uno de los discípulos, San Pedro, reacciona con violencia sacando su espada. Ataca a Malco, el sirviente del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Jesús, al ver el ataque, reprende a Pedro por recurrir a la violencia y le dice que guarde su espada en la vaina. Luego, toca la oreja de Malco y la sana, mostrando así su compasión incluso en este momento de traición. Este incidente subraya la importancia de la paz y la no violencia en la enseñanza de Jesús, incluso frente a la adversidad.
Los azotes (flagelum o flagrum) de la Flagelación de Cristo
Los azotes, conocidos como flagellum o flagrum, se utilizan durante la flagelación de Jesús, un acto de tortura antes de su crucifixión. Después de ser arrestado, Jesús es llevado ante Pilato, quien ordena que sea flagelado. Los soldados romanos lo atan a una columna y lo golpean con azotes compuestos de varias cintas, a menudo equipados con trozos de metal o hueso para infligir heridas. Este suplicio causa un dolor intenso y heridas profundas en su cuerpo. La flagelación es un momento clave de la Pasión, simbolizando el sufrimiento de Cristo y el sacrificio que hace por la humanidad.
La túnica sin costuras
La túnica sin costuras de Jesús se menciona en el relato de su crucifixión. Según los Evangelios, esta túnica, tejida de una sola pieza, es muy valiosa y simboliza la pureza y la integridad de Cristo. Después de su muerte, los soldados romanos, en lugar de desgarrarla, deciden sortearla para obtenerla. Este gesto subraya cuán buscada es la túnica, reflejando el valor de Jesús en el corazón de sus discípulos. El evento se desarrolla de acuerdo con la profecía, mostrando que incluso en su muerte, cada detalle de la vida de Jesús tiene un sentido profundo.
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Los dados de los soldados, sorteando las vestiduras de Cristo
Después de la crucifixión de Jesús, los soldados romanos se reparten sus vestiduras. Toman las ropas de Jesús y, conforme a la profecía, sortean para ver quién obtendrá cada pieza. Los Evangelios mencionan que se sientan y lanzan los dados para determinar el destino de su túnica, que está tejida de una sola pieza. Este gesto muestra el desprecio de los soldados hacia Jesús, sin darse cuenta del profundo significado de lo que están haciendo. El acto de sortear las vestiduras de Jesús subraya la humillación que sufre incluso en la muerte, al mismo tiempo que cumple con las Escrituras.
La mano del sumo sacerdote que abofeteó a Cristo
Durante el juicio de Jesús ante el gran sacerdote Caifás, ocurre un incidente notable cuando Jesús responde a una pregunta sobre su enseñanza. En respuesta, uno de los guardias del gran sacerdote abofetea a Jesús, preguntándole cómo se atreve a hablar así. Jesús, con dignidad, le pregunta por qué lo golpea, insinuando la injusticia de su trato. Este gesto de violencia simboliza el rechazo y la hostilidad de las autoridades religiosas hacia él. La humillación de Jesús, incluso durante su interrogatorio, subraya la profundidad de su sacrificio por la humanidad.
El gallo de San Pedro
Durante la última cena, Jesús predice que uno de sus discípulos, Pedro, lo negará tres veces antes de que el gallo cante. Pedro, confiado en su devoción, declara que nunca negará a su maestro. Más tarde, tras la arrestación de Jesús, Pedro se encuentra en el patio del sumo sacerdote, donde es interrogado por personas que lo identifican como un discípulo de Jesús. Él niega a Jesús tres veces, y, en el momento en que canta el gallo, Pedro recuerda las palabras de Jesús. Afligido por la culpa y la tristeza, llora amargamente, dándose cuenta de la veracidad de la profecía de su maestro.
El Velo de Verónica
El Velo de Verónica hace referencia a una tradición que cuenta que una mujer llamada Verónica se encontró con Jesús en el camino del Calvario. Conmovida por su sufrimiento, le tiende un paño para secar su rostro. Cuando Jesús acepta este gesto de compasión, su rostro se imprime en el velo, dejando una imagen milagrosa. Este acto simboliza la bondad y la fe frente al dolor, así como el vínculo profundo entre Jesús y aquellos que sufren. El Velo de Verónica se ha convertido en un símbolo de la devoción hacia Cristo y del reconocimiento de su sufrimiento.
La luna y el sol
La luna y el sol a menudo se mencionan para simbolizar eventos cósmicos y momentos de gran significado. Durante la crucifixión de Jesús, el Evangelio de Mateo describe que, desde la sexta hora hasta la novena hora, una oscuridad cayó sobre toda la tierra, sugiriendo que el sol se oscureció. Este evento marca la gravedad del sacrificio de Jesús y la tristeza que lo rodea. La luna, aunque no se menciona explícitamente en ese momento, a menudo se asocia con las tinieblas y la introspección espiritual. Juntos, el sol y la luna evocan la importancia de estos eventos celestiales en el relato de la Pasión de Cristo.
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Dos ángeles que presentan el Santo Grial
En el contexto de la Última Cena, Jesús utiliza una copa para instituir el Sacramento de la Eucaristía, una representación simbólica que a veces se asocia con el Santo Grial. Después de la crucifixión, algunos relatos apócrifos evocan visiones donde ángeles presentan el Grial, simbolizando la sangre de Cristo derramada por la salvación de la humanidad. Estos ángeles representan la continuidad entre el cielo y la tierra, llevando un mensaje de esperanza y redención. Aunque la Biblia no menciona explícitamente esta escena, evoca la importancia espiritual del Grial como símbolo del sacrificio de Cristo.
Las espadas de los soldados durante la arrestación de Cristo
Durante la arresto de Jesús en el Jardín de Getsemaní, un grupo de soldados armados con espadas y garrotes llega para capturarlo. Judas Iscariote, el discípulo traidor, los guía hasta Jesús y lo identifica con un beso. Al ver esto, Pedro, uno de los discípulos, saca su espada y le corta la oreja a Malco, el sirviente del sumo sacerdote. Jesús, al ver la violencia, reprende a Pedro y le dice que guarde su espada en la vaina, subrayando que quienes toman la espada perecerán por la espada. Este episodio ilustra el contraste entre la violencia humana y el mensaje pacífico de Jesús, quien elige someterse a su arresto para cumplir su misión de redención.
El abrigo púrpura
El manto púrpura es utilizado por los soldados romanos durante la burla de Jesús tras su flagelación. Visten a Jesús con un manto púrpura, símbolo de realeza, burlándose de él al llamarlo "rey de los judíos". Este gesto cruel tiene como objetivo ridiculizar a Jesús y subrayar la humillación que sufre. Los soldados también le colocan una corona de espinas, acentuando la tortura física y psicológica que soporta. El manto púrpura, aunque destinado a ridiculizarlo, se convierte en un símbolo conmovedor de su sacrificio y de la verdad de su realeza divina.
El rostro del hombre escupiendo en la cara de Cristo durante la Burla
Durante la burla de Jesús tras su flagelación, los soldados romanos se ríen de él, tratándolo de rey de los judíos. En este acto de desprecio, uno de los soldados escupirá en el rostro de Jesús, añadiendo a la humillación que él soporta. Este gesto violento y degradante es una demostración de la brutalidad y el rechazo que Jesús sufre por parte de las autoridades. A pesar de este sufrimiento, Jesús permanece en silencio, encarnando el sacrificio y el amor incondicional por la humanidad. Este momento ilustra la crueldad de su tratamiento y la incomprensión de su misión divina.
El Titulus Crucis colocado en la cima de la cruz, con la inscripción latina "I.N.R.I." (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum)
El Titulus Crucis es el panel de madera colocado en la parte superior de la cruz de Jesús durante su crucifixión. Lleva la inscripción latina « I.N.R.I. », que significa « Jesús de Nazaret, rey de los Judíos ». Esta inscripción es ordenada por Poncio Pilato, quien desea afirmar la razón de la condena de Jesús. Los jefes religiosos judíos se oponen a esta inscripción, pero Pilato se niega a modificarla, afirmando que lo que ha escrito, lo ha escrito. El Titulus Crucis simboliza el rechazo de la realeza terrenal por parte de Jesús y subraya el contraste entre su ministerio espiritual y la burla de las autoridades.
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El junco colocado en la mano de Jesús para simular un cetro durante la Burla
Durante la burla de Jesús por parte de los soldados romanos, lo visten con un manto púrpura y le ponen un bastón en la mano para simular un cetro. Este gesto es una burla, destinada a ridiculizar su afirmación de realeza como "rey de los judíos". Los soldados se postran ante él simulando un acto de veneración, riendo y burlándose de él. Después de eso, le dan latigazos y le escupen en la cara, intensificando la humillación que sufre. El bastón, símbolo de poder desviado, subraya el contraste entre la verdadera realeza de Jesús y el desprecio del que es víctima en ese momento.
Las cadenas y las cuerdas que se dice que fueron utilizadas para atar a Jesús durante la noche en prisión
Después de su arresto, Jesús es llevado ante las autoridades judías y romanas, donde sufre interrogatorios. Los Evangelios no describen explícitamente las cadenas y cuerdas utilizadas para atarlo, pero la tradición indica que probablemente fue atado para mantenerlo bajo control. Los soldados y los guardias, conscientes de su influencia y de la multitud que podría oponerse a su arresto, lo atan para llevarlo al tribunal. Esta acción simboliza la humillación y el sufrimiento que Jesús soporta mientras es tratado como un criminal. Las cadenas y cuerdas evocan la pérdida de su libertad, mientras se prepara para cumplir su sacrificio por la humanidad.
El Santo Grial
El Santo Grial a menudo se asocia con la copa utilizada durante la Última Cena, cuando Jesús instituyó la Eucaristía. Esta copa habría recogido la sangre de Jesús durante su crucifixión. Aunque el Santo Grial no se menciona explícitamente en los Evangelios, se ha convertido en un símbolo poderoso de la redención y el sacrificio de Cristo. Las leyendas posteriores relacionan el Grial con temas de búsqueda espiritual y salvación. En la Pasión, encarna la idea de la comunión entre Dios y la humanidad a través del sacrificio de Jesús.
El cubo que contiene la hiel y el vinagre
Durante la crucifixión de Jesús, los soldados romanos le ofrecen a beber una mezcla de hiel y vinagre, en un acto que busca apaciguar su sed mientras añade a su humillación. Esta mezcla es tradicionalmente considerada amarga y desagradable, simbolizando el sufrimiento y el desprecio que Jesús soporta. En el Evangelio de Mateo, se dice que Jesús se niega a beber esta mezcla, expresando así su rechazo a aceptar una forma de alivio en su dolor. Este gesto subraya la crueldad de los soldados y el rechazo de toda forma de compasión hacia él. El recipiente que contiene el hiel y el vinagre se convierte en un símbolo conmovedor del dolor físico y espiritual que Jesús sufre durante su Pasión.
El sudario utilizado para la Deposición, luego para envolver el cuerpo de Cristo durante la Colocación en el sepulcro
Después de la crucifixión de Jesús, José de Arimatea, un miembro del Sanedrín, le pide a Pilato permiso para llevarse el cuerpo de Jesús. Lo baja de la cruz y lo envuelve en un sudario limpio, respetando así los ritos funerarios judíos. Este sudario se convierte en un símbolo de la dignidad otorgada al cuerpo de Cristo, incluso en la muerte. Jesús es luego colocado en una tumba recién cavada, donde el sudario permanece con él. Este momento de la Deposición y del entierro marca una etapa esencial en la Pasión, prefigurando la resurrección y el triunfo sobre la muerte.
Los rostros de algunos de los participantes en la Pasión, como Judas o Caifás
Durante la Pasión de Cristo, los rostros de personajes clave como Judas Iscariote y Caifás están impregnados de tensión y conflictos. Judas, al traicionar a Jesús por treinta piezas de plata, muestra un rostro marcado por la avaricia y el arrepentimiento, especialmente cuando el peso de su traición lo consume. Caifás, el sumo sacerdote, exhibe un rostro decidido y arrogante, buscando eliminar a Jesús debido a su amenaza percibida para la autoridad religiosa. Ambos personajes encarnan motivaciones opuestas, uno representando la traición personal, el otro la defensa del poder. Estos rostros, testigos del sufrimiento de Jesús, revelan las emociones complejas y las elecciones trágicas que rodean los eventos de la Pasión.
Las dos manos de Poncio Pilato haciendo el gesto de lavarse
Durante el juicio de Jesús, Poncio Pilato, el gobernador romano, se enfrenta a la decisión de condenar o liberar a Jesús. Después de escuchar las acusaciones de los líderes religiosos y ver la inocencia de Jesús, toma la decisión de lavarse las manos como signo de desaprobación de la responsabilidad de su muerte. Este gesto simbólico muestra su intento de distanciarse del juicio que pronuncia, afirmando que no es culpable de la sangre de este hombre justo. A pesar de su lavado de manos, Pilato finalmente cede a la presión de la multitud y ordena la crucifixión. Este momento ilustra el dilema moral de Pilato y subraya la tragedia de la condena de Jesús, a pesar de su inocencia.
El recipiente de mirra utilizado para ungir el cuerpo de Jesús
El recipiente de mirra se menciona durante los preparativos para el entierro de Jesús después de su crucifixión. La mirra, una resina aromática, se utiliza para ungir y preservar el cuerpo de los difuntos según las costumbres judías. Cuando José de Arimatea y Nicodemo recuperan el cuerpo de Jesús, lo envuelven en un sudario y aplican mirra y aceites para respetar los ritos funerarios. Este gesto de amor y devoción resalta la dignidad del cuerpo de Jesús, incluso después de su muerte. El uso de la mirra simboliza también el sacrificio y la humanidad de Jesús, que sufrió por la salvación de la humanidad.
La potencia
En el relato de la Pasión de Cristo, aunque no se menciona explícitamente un patíbulo, la cruz en la que Jesús es crucificado puede considerarse un instrumento de ejecución similar. Representa la condena de Jesús por las autoridades romanas y el rechazo de su mensaje por parte de una parte de la sociedad. La cruz, símbolo de vergüenza y sufrimiento, se erige en el monte Gólgota, donde Jesús es crucificado entre dos criminales. Este acto de ejecución pública tiene como objetivo desalentar cualquier rebelión contra el Imperio romano. La cruz se convierte finalmente en un símbolo de redención y amor, transformando un patíbulo de ejecución en un signo de esperanza para la humanidad.
La oreja
Durante la arrestación de Jesús en el jardín de Getsemaní, uno de sus discípulos, Pedro, saca su espada y corta la oreja de Malco, el sirviente del sumo sacerdote. Este gesto impulsivo ilustra la defensa de Pedro ante la arrestación de su maestro, pero también subraya el clima de tensión y violencia que rodea estos eventos. Jesús, al ver lo que ha sucedido, reprende a Pedro y le dice que guarde su espada en la vaina, afirmando que quienes tomen la espada perecerán por la espada. Luego sana la oreja de Malco, demostrando así su compasión y su compromiso con la paz, incluso en medio de su inminente sufrimiento. Este incidente pone de relieve el contraste entre la violencia humana y el mensaje pacífico de Jesús, que se prepara para enfrentar su Pasión por la salvación de la humanidad.
La Lengua
En el contexto de la Pasión de Cristo, la lengua adquiere una importancia simbólica, especialmente cuando se utiliza para proferir palabras de burla y reproche. Después de su arresto, Jesús es llevado ante el gran sacerdote Caifás, donde enfrenta acusaciones falsas, y su lengua se convierte en el medio por el cual las autoridades intentan condenarlo. Durante los interrogatorios, los falsos testigos testifican en su contra, manipulando sus palabras para justificar su crucifixión. Además, la lengua de Judas Iscariote, que traicionó a Jesús con un beso, encarna la duplicidad y la traición. A través de estas interacciones, la lengua ilustra el poder de las palabras, tanto para herir como para revelar la verdad, destacando el contraste entre la crueldad humana y la dulzura del mensaje de Jesús.
Fuentes
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