Saint Augustin : Philosophe, Théologien et Père de l'Église-RELICS

San Agustín de Hipona

San Agustín (354-430) es una de las figuras más influyentes del cristianismo y de la filosofía occidental. Filósofo, teólogo y Padre de la Iglesia, dejó una obra monumental que ha marcado el pensamiento medieval y moderno. Su camino espiritual, marcado por una conversión tardía al cristianismo, así como sus reflexiones sobre la naturaleza del bien y del mal, el libre albedrío y la gracia divina, continúan influyendo en la teología cristiana y la filosofía contemporánea.

 

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La vida de San Agustín

Infancia y educación

Aurelio Agustín nace en 354 en Tagaste, una ciudad de Numidia (actual Argelia). Crece en una familia mestiza, con un padre pagano, Patricio, y una madre cristiana, Mónica, que jugará un papel esencial en su conversión. Desde muy joven, su madre le inculca valores cristianos, pero él se aparta progresivamente de esta fe para dedicarse a sus estudios.

Augustin demuestra una inteligencia precoz y manifiesta un gran interés por la literatura y la filosofía. Es enviado a Madaure para seguir estudios clásicos, luego a Cartago, donde perfecciona su arte de la retórica. Es en esta ciudad donde descubre la obra de Cicerón, en particular "Hortensius", un texto que despertará en él un profundo deseo de búsqueda intelectual y espiritual. Sin embargo, lleva una vida disoluta y tumultuosa, entre placeres carnales y ambiciones académicas.

Período maniqueo y estancia en Milán

Durante su juventud, adopta las ideas del maniqueísmo, una doctrina dualista que opone el bien y el mal. Esta filosofía, que pretende explicar la existencia del mal en el mundo por una lucha cósmica entre la luz y las tinieblas, seduce a Agustín. Se convierte en un adepto ferviente y enseña la retórica en Cartago, luego en Roma. Sin embargo, termina decepcionado por esta doctrina, que considera incapaz de aportar respuestas satisfactorias a las preguntas profundas de la existencia.

En 384, obtiene un puesto de profesor de retórica en Milán, donde es profundamente influenciado por el obispo Ambrosio. Este último, por su elocuencia y sabiduría, altera las convicciones de Agustín y lo incita a explorar más seriamente el cristianismo. También descubre la filosofía neoplatónica a través de las obras de Plotino y Porfirio, que le ofrecen una nueva perspectiva sobre la relación entre el alma y Dios. Este período marca una intensa crisis interior, que culminará en 386 con una experiencia mística relatada en sus "Confesiones": escucha una voz de niño que le dice "Toma y lee" ("Tolle, lege"), lo que lo lleva a abrir la Biblia y encontrar un pasaje de la epístola a los Romanos que lo empuja a renunciar definitivamente a su vida de desenfreno y a abrazar la fe cristiana.

Bautismo y carrera eclesiástica

Bautizado por Ambrosio en 387, Agustín regresa a África tras la muerte de su madre Mónica en Ostia. Renuncia a toda ambición profana y funda una comunidad monástica en Tagaste, donde lleva una vida ascética dedicada al estudio y a la oración. Su creciente renombre lo lleva a ser ordenado sacerdote en 391, y luego obispo de Hipona en 395. Asumirá esta función hasta su muerte en 430, dirigiendo su diócesis con rigor y dedicación.

Como obispo, Agustín se compromete activamente en la lucha contra las herejías, especialmente el donatismo y el pelagianismo. Redacta numerosas obras teológicas para defender la doctrina cristiana y fortalecer la unidad de la Iglesia. Su influencia se extiende mucho más allá del norte de África, y sus escritos se convertirán en referencias importantes para el pensamiento cristiano occidental.

 

Saint Augustin d'Hippone

 

La obra de San Agustín

Las "Confesiones"

Redactadas entre 397 y 400, las "Confesiones" constituyen una autobiografía espiritual única en su género, en la que San Agustín ofrece con una sinceridad conmovedora el relato de su camino intelectual, moral y religioso. Lejos de ser una simple narración de hechos, esta obra se presenta como una introspección profunda, guiada por la búsqueda de la verdad y el deseo de comprender la gracia divina.

En los trece libros que componen la obra, Agustín retrata su infancia marcada por una educación estricta, su juventud disipada, su adhesión al maniqueísmo, y luego su despertar filosófico y su conversión al cristianismo bajo la influencia de San Ambrosio y las escrituras bíblicas. Analiza con agudeza la naturaleza del pecado, el poder del recuerdo y el significado del tiempo, temas que se volverán centrales en su pensamiento teológico.

Las "Confesiones" son también una oración dirigida a Dios, una búsqueda de humildad y reconocimiento de la misericordia divina. Influyeron no solo en la literatura espiritual, sino también en la filosofía y la psicología introspectiva.

"La Ciudad de Dios"

Escrito entre 413 y 426, "La Ciudad de Dios" es una vasta frescura teológica y filosófica que responde a las acusaciones dirigidas contra los cristianos tras el saqueo de Roma por los visigodos en 410. Agustín defiende la idea de que la historia del mundo se basa en la confrontación entre dos ciudades simbólicas: la Ciudad de Dios, fundada en el amor a Dios y la búsqueda del bien, y la Ciudad terrenal, dominada por el amor propio y el apego a los bienes materiales.

En esta obra monumental, Agustín cuestiona las creencias paganas que atribuían los infortunios de Roma al abandono de los dioses antiguos, afirmando por el contrario que la verdadera estabilidad se encuentra en la fe cristiana y la perspectiva de la salvación eterna. Propone una visión providencialista de la historia, donde el declive de los imperios terrenales es ineludible mientras que la Ciudad de Dios, inmaterial y eterna, permanece.

"La Ciudad de Dios" es una contribución importante a la filosofía política y a la teología, influyendo de manera duradera en el pensamiento cristiano medieval y moderno. Su idea de una distinción entre el poder temporal y el poder espiritual marcará profundamente la historia de la Iglesia y las relaciones entre el Estado y la religión.

"El Libre Albedrío" y la cuestión del mal

En "El Libre Albedrío", redactado en varias fases entre 388 y 395, San Agustín se enfrenta a una cuestión fundamental de la teología y la filosofía: ¿de dónde viene el mal si Dios es bueno y todopoderoso? Rechazando la idea maniquea de un principio del mal equivalente al del bien, Agustín demuestra que el mal no puede ser una creación divina. No es una sustancia en sí, sino una privación del bien, un alejamiento de Dios.

Agustín explica que el mal moral resulta del mal uso del libre albedrío conferido por Dios a los seres humanos. Al elegir alejarse de Dios y de sus mandamientos, el hombre es responsable de sus actos y del sufrimiento que de ellos deriva. Esta idea influirá profundamente en la teología cristiana, especialmente en lo que respecta a la noción de pecado original y de gracia divina.

Así, "El Libre Albedrío" marca un giro en la comprensión del problema del mal y de la responsabilidad humana, anclando estos conceptos en una perspectiva donde la libertad individual es inseparable de la justicia divina. Esta reflexión, que atraviesa toda la obra de Agustín, tendrá un impacto profundo en la filosofía occidental, desde Tomás de Aquino hasta Kant y más allá.

El Pensamiento de San Agustín

La concepción del tiempo

San Agustín propone en sus "Confesiones" una visión revolucionaria del tiempo que influirá profundamente en la filosofía posterior. Rechaza una concepción del tiempo como una entidad objetiva y autónoma, para considerarlo como un fenómeno intrínsecamente ligado a la conciencia humana. Según él, el pasado solo existe en forma de recuerdo, el presente como percepción inmediata, y el futuro como anticipación. Este enfoque subjetivo del tiempo rompe con la visión aristotélica y prefigura ciertas concepciones modernas, en particular las de Heidegger.

Augustin ilustra su idea a través de una reflexión sobre el paradoja del presente. Se pregunta cómo podemos hablar del presente cuando este parece desvanecerse constantemente en el pasado. Concluye que el tiempo no puede ser más que una distensión del alma, un fenómeno psicológico que estructura nuestra relación con el mundo. Esta visión influenciará el pensamiento existencialista y fenomenológico, destacando la importancia de la subjetividad en nuestra experiencia del tiempo.

La gracia y la predestinación

La doctrina de la gracia ocupa un lugar central en el pensamiento teológico de San Agustín. Afirma que el hombre, debido al pecado original, es fundamentalmente incapaz de alcanzar la salvación por sus propios medios. Solo la gracia divina puede salvarlo, otorgándole una fe verdadera y guiándolo hacia Dios. Esta visión se opone a las doctrinas del pelagianismo, que insistían en la capacidad del hombre para elegir libremente el bien sin intervención divina.

En el desarrollo de esta reflexión, Agustín desarrolla la doctrina de la predestinación. Según él, Dios, en su omnipotencia y su presciencia, elige a ciertos individuos para ser salvados, mientras que otros son dejados a su propia corrupción. Esta idea, aunque cuestionada dentro del mismo cristianismo, influirá profundamente en la teología medieval y la Reforma protestante, en particular las doctrinas calvinistas sobre la elección divina.

El pensamiento agustiniano sobre la gracia plantea preguntas esenciales sobre la libertad humana y la justicia divina. ¿Cómo conciliar la omnipotencia de Dios con la responsabilidad humana? Si algunos están predestinados a la salvación, ¿qué pasa con el libre albedrío? Estas interrogantes atravesarán la filosofía cristiana durante siglos, alimentando debates y controversias.

La relación entre fe y razón

Un aspecto fundamental del pensamiento de San Agustín es la relación entre fe y razón. A diferencia de la oposición que a veces se establece entre estas dos dimensiones, Agustín sostiene que son complementarias y se iluminan mutuamente. Formula la célebre máxima: "Credo ut intelligam, intelligo ut credam" ("Creo para entender, y entiendo para creer"). Para él, la fe es un punto de partida necesario para toda búsqueda de verdad, pero debe ser profundizada e iluminada por la razón.

Esta articulación entre fe y razón permite integrar la filosofía griega, en particular la de Platón y los neoplatónicos, en la reflexión cristiana. Agustín considera que la razón humana, aunque limitada, puede ayudar a comprender mejor las verdades divinas. Este enfoque influirá profundamente en el pensamiento medieval, especialmente en el de Tomás de Aquino, que buscará conciliar la fe cristiana con la filosofía aristotélica.

La visión agustiniana de la fe y de la razón también tiene implicaciones prácticas. Fomenta un enfoque intelectual y espiritual del cristianismo, donde la búsqueda de la verdad no se limita a una adhesión ciega, sino que se acompaña de una reflexión profunda. Así, Agustín sienta las bases de la filosofía cristiana medieval y abre el camino a un diálogo fecundo entre teología y filosofía.

En suma, el pensamiento de San Agustín marca un giro decisivo en la historia intelectual de Occidente. Su concepción del tiempo, su doctrina de la gracia y su reflexión sobre la fe y la razón continúan influyendo en la filosofía y la teología contemporáneas, dando testimonio de la riqueza y actualidad de su legado.

La herencia de San Agustín

Influencia en la teología cristiana

San Agustín es una de las figuras más importantes del cristianismo, cuya influencia ha atravesado los siglos. Sus ideas han marcado fuertemente tanto al catolicismo como al protestantismo. Su aporte teológico es inmenso, especialmente en su reflexión sobre el pecado original, la gracia y la predestinación. En su obra La Ciudad de Dios, desarrolla una concepción del mundo dividido entre la Ciudad de Dios (el reino de los justos) y la Ciudad terrenal (marcada por el pecado), una idea que influirá duraderamente en el pensamiento cristiano.

Su teología de la gracia ha jugado un papel clave en los debates teológicos de la Edad Media y durante la Reforma protestante. Martín Lutero y Juan Calvino, las grandes figuras de esta reforma, recuperaron sus ideas sobre la gracia divina y la predestinación, afirmando que la salvación solo podía ser obtenida por la voluntad divina y no por las obras humanas. Esta concepción se oponía a la visión católica más centrada en la colaboración entre la gracia divina y las acciones de los fieles. Así, los debates surgidos de su pensamiento continúan animando la teología cristiana hasta hoy.

Impacto en la filosofía

Más allá de la teología, San Agustín ha marcado la historia de la filosofía con sus profundas reflexiones sobre temas esenciales como el tiempo, el yo y la moral. En Las Confesiones, aborda la cuestión del tiempo de manera inédita, afirmando que no se trata de una realidad objetiva sino de una percepción propia de la conciencia humana. Este enfoque ha influido en pensadores modernos como Emmanuel Kant y Martin Heidegger en sus propias concepciones del tiempo y de la subjetividad.

Su reflexión sobre el yo y el conocimiento de sí mismo prefiguró las teorías de Descartes, quien se inspirará en su idea de la introspección y la conciencia como punto de partida del conocimiento. De igual manera, Kierkegaard, filósofo existencial, retomará algunas de sus ideas sobre la angustia y la relación personal con Dios.

Su impacto filosófico también se encuentra en sus concepciones de la moral y el bien, que han alimentado los debates éticos a lo largo de los siglos. Su enfoque sobre el libre albedrío y el deseo humano sigue siendo analizado y discutido en los círculos académicos contemporáneos.

Su papel en la cultura y la espiritualidad

La herencia de San Agustín no se limita a la teología y a la filosofía, también se extiende a la cultura y a la espiritualidad. Sus escritos, en particular Las Confesiones et La Ciudad de Dios, siempre son leídos y comentados hoy en día, inspirando a numerosos autores y artistas.

En la literatura, escritores como Blaise Pascal y Paul Claudel han sido marcados por su búsqueda espiritual y sus interrogantes sobre Dios y el hombre. Sus reflexiones también han influido en la pintura y la escultura, especialmente en el arte religioso de la Edad Media y del Renacimiento, donde a menudo es representado como un doctor de la Iglesia.

Finalmente, su pensamiento sigue inspirando la espiritualidad contemporánea, en particular a los creyentes en busca de una relación íntima con Dios. Su idea del amor como motor de la relación divina sigue siendo una fuente de reflexión y meditación para muchos fieles.

En resumen, San Agustín sigue siendo una figura imprescindible cuyo legado atraviesa disciplinas y épocas, influyendo aún hoy en el pensamiento religioso, filosófico y cultural.

Conclusión

San Agustín sigue siendo una figura importante del pensamiento occidental. Su trayectoria, marcada por una búsqueda incesante de verdad y sabiduría, continúa inspirando a teólogos, filósofos y creyentes. Su legado intelectual y espiritual atraviesa los siglos y sigue siendo un pilar esencial de la tradición cristiana y filosófica.

 


"San Agustín: Vida y Doctrina" por Pierre Brown. Ediciones del Ciervo, 2015.
"Las Confesiones de San Agustín" traducido por Jean-Baptiste Chaignet. Ediciones Flammarion, 2007.
"Agustín de Hipona: De la Gracia a la Revelación" por Jean-François Mattei. Ediciones du Seuil, 2008.
"San Agustín: El Hombre y la Obra" por Louis Bouyer. Ediciones Payot & Rivages, 1993.
"San Agustín: El Doctor de la Gracia" por Robert Louis Wilken. Ediciones Oxford University Press, 2010.
"San Agustín: Las Confesiones y la Trinidad" por Henri de Lubac. Ediciones de la Mesa Redonda, 2009.
"Las Reliquias de San Agustín: Historia y Veneración" por Vincent J. Smith. Ediciones del Patrimonio, 2012.
"La Basílica de San Agustín en Hipona: Historia y Reliquias" por Charles Bernard. Ediciones Erasmo, 2016.
"Las Reliquias de San Agustín: Patrimonio y Devoción" por Jérôme Prieur. Ediciones de la Universidad de Argel, 2019.

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1 comentario

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father cormier

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